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Clínica

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Ahora bien, entre ambas formas de la neurosis la paciente ubicará otro episodio, relatado<br />

a Freud cinco años después de iniciado el análisis y sucedido en la época de su incipiente desazón.<br />

Con el fin de distraerla, su marido la llevó a París. Allí tuvo un encuentro fortuito con un<br />

famoso adivino, quien profetizaba el futuro sin preguntar nada. La mujer quiso hacerse predecir<br />

el futuro, obteniendo como respuesta que a los 32 años tendría dos hijos. Frente a la observación<br />

de Freud de que lamentablemente el término de la profecía ya había vencido ocho años atrás ya<br />

que la paciente tenía 40 años al relatarla, no se registró la menor impresión. La paciente no hablaba<br />

de ella con amargura, sino con una inconfundible expresión de contento, como si recordara<br />

un acontecimiento gozoso.<br />

En el texto “Dos mentiras infantiles” (1913), se referirá a la Sra. G., llamando la atención la<br />

siguiente descripción de la misma: “En los primeros años de su vida, había sido una criatura terca<br />

y descontentadiza, y durante el periodo de su transformación a una bondad y una escrupulosidad<br />

exagerada cometió algunas faltas, que luego, en los tiempos de su enfermedad, se reprochaba<br />

severamente, considerándolas como signos de una perversión fundamental. Sus recuerdos la<br />

acusaban de haberse hecho culpable por entonces de frecuentes mentiras”.<br />

En “El sueño como pieza probatoria” (1913), Freud menciona nuevamente a la Sra. G. en<br />

relación con la posibilidad de haber cometido una falta: “Una dama aquejada de una manía de<br />

duda y de un ceremonial obsesivo exige a sus enfermeras que no la pierdan de vista en ningún<br />

momento, pues de lo contrario empezaría a cavilar sobre las acciones prohibidas que pudo cometer<br />

en el lapso en que quedó sin vigilancia”.<br />

Freud había ya ubicado como marca distintiva del síntoma obsesivo el Zwang (Freud,1896),<br />

sello del curso psíquico forzoso que coactivamente se impone al yo obsesivo y las medidas<br />

precautorias, prohibitorias y ceremoniales que se ve compelido a realizar para defenderse del<br />

mismo, dejándolo a merced de esa lucha ansiosa característica. Metapsicológicamente remitirá<br />

dicha presentación a la regresión, tras la frustración, a la etapa sádico anal de la cual hará depender<br />

también rasgos de carácter particulares (Freud, 1917) y lo llevará a definir la neurosis<br />

obsesiva como un “contradictorio conjunto de rasgos de carácter y síntomas patológicos” en<br />

la reconocida Conferencia 17 (Freud, 1917) donde eleva el síntoma obsesivo a paradigma del<br />

síntoma neurótico, anticipo del lugar bisagra que adquirirá la neurosis obsesiva en el desarrollo<br />

posterior de la teoría psicoanalítica.<br />

En los años posteriores, a pesar de no atender más a la paciente y tener noticia de la pérdida<br />

de su proceso vital tal como lo escribe en una carta a Pfister (Freud, 1922), aparece como<br />

referencia para la reformulación de conceptos de la teoría que dieron lugar al gran giro de los<br />

años 20. No se puede olvidar que los obstáculos clínicos con la neurosis obsesiva contribuyeron<br />

en este viraje. En “Inhibición, síntoma y angustia” (Freud, 1926) cita a la paciente al retomar su<br />

pregunta por la elección de la neurosis, subrayando como un factor decisivo al factor constitucional:<br />

la débil organización genital de la libido. Esta condición obligará la regresión a la etapa<br />

sádico-anal con la consecutiva desmezcla pulsional que le permitirá explicar metapsicológicamente<br />

el enfático sesgo cruel y sádico que adquiere el superyó en la neurosis obsesiva. En este<br />

sentido, resulta clave para pensar la necesidad de castigo y el concepto de masoquismo, siendo<br />

uno de los casos que tomará para arribar a las conclusiones de “Pegan a un niño” (Freud, 1919).<br />

Justamente el lugar que adquiere el superyó en la formación de los síntomas obsesivos y en<br />

las respuestas terapéuticas, lo llevan a dilucidar una nueva modalidad de satisfacción que, obtenida<br />

a expensas de la renuncia, supone un tope al desciframiento y al sentido sexual.<br />

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