Clínica
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elata haberse confrontado, al igual que su padre según el mito, con una elección entre dos mujeres:<br />
su enamorada, una muchacha pobre, y una mujer rica, que le asegurará un buen pasar.<br />
Es lo que Freud llama en el historial el “ocasionamiento de la enfermedad”, relatado por el sujeto<br />
como al pasar, lo cual constituye un modo habitual de la obsesión dado su mecanismo.<br />
En tercer lugar, es la elaboración de la angustia ligada al desencadenamiento de la crisis<br />
suscitado por los dichos del Capitán cruel lo que se corresponde a partir de una fórmula de<br />
transformación con la constelación inicial. Elaboración que tiene su último desarrollo en el guión<br />
imaginario al que Ernst llega comandado por el deber neurótico (“debes pagar…”). Aquí subraya<br />
Lacan (Ibíd.) el carácter particular del mito en la medida en que<br />
No es simplemente el hecho de que ponga en escena una ceremonia que reproduce más o<br />
menos exactamente la relación inaugural que allí se encuentra como escondida: él (el sujeto)<br />
la modifica en el sentido de cierta tendencia (p. 31)<br />
El sujeto trata de resolver los callejones sin salida de la situación original y desplaza sus soluciones<br />
a otro punto de la red mítica (Ibíd.).<br />
Finalmente, el mito individual se va a enlazar en la transferencia con Freud, quien esta vez<br />
juega no tanto el papel del padre, como él mismo lo propone, sino el de un amigo que da dinero<br />
a través de una mujer. A este respecto, es ilustrativo un sueño del paciente en el que ve a una<br />
muchacha que supone es la hija de Freud, con los ojos tapados de bosta: “se casa con mi hija no<br />
por sus lindos ojos, sino por su dinero” es la interpretación freudiana.<br />
Vemos entonces a partir de la reformulación lacaniana del historial freudiano al Hombre de las<br />
Ratas tomando ciertos significantes anudados al padre, a las faltas del padre especialmente, en<br />
el plano de lo social y de lo sexual, para elaborar el punto de fractura que constituye el encuentro<br />
con el Capitán Cruel. Doble deuda que, también bajo la forma de un cuarteto, se extiende a todo<br />
neurótico; un “desdoblamiento narcisista”, donde reside “la imposibilidad de hacer que estos<br />
planos se reúnan” (Ibíd.: 33). De allí que Lacan proponga una reformulación del Complejo de<br />
Edipo en términos justamente cuaternarios, cuyo cuarto elemento es la muerte. El Complejo de<br />
Edipo, prosigue Lacan, tiene un valor no solo normativo, sino también patógeno. En efecto, en su<br />
estructura aparece una divergencia de registros en lo que hace a la función del padre:<br />
Sería necesario que el padre no fuese sólo el nombre-del-padre, sino que representara con<br />
toda su plenitud el valor simbólico cristalizado en su función. Ahora bien, es claro que ese<br />
recubrimiento entre lo simbólico y lo real es absolutamente inaprensible (Lacan J., 2009: 47)<br />
Vemos de modo ejemplar cómo Ernst Lehrs se extenúa a través de sus síntomas y sus delirios<br />
por realizar este recubrimiento. Esta divergencia estructural en la función del padre es también<br />
entre el registro imaginario y el registro simbólico. Divergencia estructural que es articulada<br />
por Lacan con una dimensión contingente, histórica, particular de cada sujeto. Observamos este<br />
elemento nuevamente de manera patente en el Hombre de las Ratas a partir de la elección de<br />
los significantes privilegiados de su historia, lo cual se vincula íntimamente con el problema del<br />
“destino” del sujeto.<br />
En efecto, “si algo nos ha enseñado el descubrimiento freudiano, señala Lacan en 1961, es<br />
a ver en los síntomas una figura que tiene relación con la figura del destino” (p. 359). Cómo un<br />
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