30.08.2016 Views

America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Los príncipes reformados habían resuelto redactar una exposición sistemática de sus opiniones,<br />

con pruebas de <strong>la</strong>s Santas Escrituras, y pres<strong>en</strong>tar<strong>la</strong> a <strong>la</strong> dieta; y <strong>la</strong> preparación de el<strong>la</strong> fue <strong>en</strong>com<strong>en</strong>dada a<br />

Lutero, Me<strong>la</strong>nchton y sus compañeros. Esta confesión fue aceptada <strong>por</strong> los protestantes como expresión<br />

g<strong>en</strong>uina de su fe, y se reunieron para firmar tan im<strong>por</strong>tante docum<strong>en</strong>to. Fue esta una ocasión solemne y<br />

decisiva. Estaban muy deseosos los reformadores de que su causa no se confundiera con los asuntos<br />

políticos, y creían que <strong>la</strong> Reforma no debía ejercer otra influ<strong>en</strong>cia que <strong>la</strong> que procede de <strong>la</strong> Pa<strong>la</strong>bra de<br />

Dios. Cuando los príncipes cristianos se ade<strong>la</strong>ntaron a firmar <strong>la</strong> confesión, Me<strong>la</strong>nchton se interpuso,<br />

dici<strong>en</strong>do: “A los teólogos y a los ministros es a qui<strong>en</strong>es corresponde proponer estas cosas; reservemos<br />

para otros asuntos <strong>la</strong> autoridad de los poderosos de esta tierra”. “No permita Dios—replicó Juan de<br />

Sajonia—que sea yo excluido. Estoy resuelto a cumplir con mi deber, sin preocuparme de mi corona.<br />

Deseo confesar al Señor. Mi birrete y mi toga de elector no me son tan preciosos como <strong>la</strong> cruz de Cristo”.<br />

Habi<strong>en</strong>do dicho esto, firmó. Otro de los príncipes, al tomar <strong>la</strong> pluma para firmar, dijo: “Si <strong>la</strong> honra de mi<br />

Señor Jesucristo lo requiere, estoy listo [...] para sacrificar mis bi<strong>en</strong>es y mi vida”. “Preferiría dejar a mis<br />

súbditos, mis estados y <strong>la</strong> tierra de mis padres, para irme bordón <strong>en</strong> mano—prosiguió dici<strong>en</strong>do—, antes<br />

que recibir otra doctrina que <strong>la</strong> cont<strong>en</strong>ida <strong>en</strong> esta confesión” (ibíd., cap. 6). Tal era <strong>la</strong> fe y el arrojo de<br />

aquellos hombres de Dios.<br />

Llegó el mom<strong>en</strong>to seña<strong>la</strong>do para comparecer ante el emperador. Carlos V, s<strong>en</strong>tado <strong>en</strong> su trono,<br />

rodeado de los electores y los príncipes, dio audi<strong>en</strong>cia a los reformadores protestantes. Se dio lectura a <strong>la</strong><br />

confesión de fe de estos. Fueron pres<strong>en</strong>tadas con toda c<strong>la</strong>ridad <strong>la</strong>s verdades del evangelio ante <strong>la</strong> augusta<br />

asamblea, y seña<strong>la</strong>dos los errores de <strong>la</strong> iglesia papal. Con razón fue l<strong>la</strong>mado aquel día “el día más grande<br />

de <strong>la</strong> Reforma y uno de los más gloriosos <strong>en</strong> <strong>la</strong> historia del cristianismo y de <strong>la</strong> humanidad” (ibíd., cap.<br />

7).<br />

Hacía ap<strong>en</strong>as unos cuantos años que el monje de Witt<strong>en</strong>berg se pres<strong>en</strong>tara solo <strong>en</strong> Worms ante el<br />

concilio nacional; y ahora, <strong>en</strong> vez de él se veían los más nobles y poderosos príncipes del imperio. A<br />

Lutero no se le había permitido comparecer <strong>en</strong> Augsburgo, pero estaba pres<strong>en</strong>te <strong>por</strong> sus pa<strong>la</strong>bras y <strong>por</strong><br />

sus oraciones. “Me ll<strong>en</strong>o de gozo—escribía—, <strong>por</strong> haber llegado hasta esta hora <strong>en</strong> que Cristo ha sido<br />

162

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!