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America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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amado tu verdad”. Bonnechose 3:185, 186. Su voz dejó de oírse, pero sus <strong>la</strong>bios siguieron murmurando<br />

<strong>la</strong> oración. Cuando el fuego hubo terminado su obra, <strong>la</strong>s c<strong>en</strong>izas del mártir fueron recogidas juntam<strong>en</strong>te<br />

con <strong>la</strong> tierra donde estaban esparcidas y, como <strong>la</strong>s de Hus, fueron arrojadas al Rin. Así murieron los fieles<br />

siervos que derramaron <strong>la</strong> luz de Dios. Pero <strong>la</strong> luz de <strong>la</strong>s verdades que proc<strong>la</strong>maron—<strong>la</strong> luz de su heroico<br />

ejemplo—no pudo extinguirse. Antes podían los hombres int<strong>en</strong>tar hacer retroceder al sol <strong>en</strong> su carrera<br />

que apagar el alba de aquel día que vertía ya sus fulgores sobre el mundo.<br />

La ejecución de Hus había <strong>en</strong>c<strong>en</strong>dido l<strong>la</strong>mas de indignación y horror <strong>en</strong> Bohemia. La nación <strong>en</strong>tera<br />

se conmovió al reconocer que había caído víctima de <strong>la</strong> malicia de los sacerdotes y de <strong>la</strong> traición del<br />

emperador. Se le dec<strong>la</strong>ró fiel maestro de <strong>la</strong> verdad, y el concilio que decretó su muerte fue culpado del<br />

delito de asesinato. Como consecu<strong>en</strong>cia de esto <strong>la</strong>s doctrinas del reformador l<strong>la</strong>maron más que nunca <strong>la</strong><br />

at<strong>en</strong>ción. Los edictos del papa cond<strong>en</strong>aban los escritos de Wiclef a <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>mas, pero <strong>la</strong>s obras que habían<br />

escapado a dicha s<strong>en</strong>t<strong>en</strong>cia fueron sacadas de donde habían sido escondidas para estudiar<strong>la</strong>s<br />

comparándo<strong>la</strong>s con <strong>la</strong> Biblia o <strong>la</strong>s <strong>por</strong>ciones de el<strong>la</strong> que el pueblo podía conseguir, y muchos fueron<br />

inducidos así a aceptar <strong>la</strong> fe reformada.<br />

Los asesinos de Hus no permanecieron impasibles al ser testigos del triunfo de <strong>la</strong> causa de aquel.<br />

El papa y el emperador se unieron para sofocar el movimi<strong>en</strong>to, y los ejércitos de Segismundo fueron<br />

despachados contra Bohemia. Pero surgió un libertador, Ziska, que poco después de empezada <strong>la</strong> guerra<br />

quedó <strong>en</strong>teram<strong>en</strong>te ciego, y que fue no obstante uno de los más hábiles g<strong>en</strong>erales de su tiempo, era el que<br />

guiaba a los bohemios. Confiando <strong>en</strong> <strong>la</strong> ayuda de Dios y <strong>en</strong> <strong>la</strong> justicia de su causa, aquel pueblo resistió a<br />

los más poderosos ejércitos que fueron movilizados contra él. Vez tras vez el emperador, suscitando<br />

nuevos ejércitos, invadió a Bohemia, tan solo para ser rechazado ignominiosam<strong>en</strong>te. Los husitas no le<br />

t<strong>en</strong>ían miedo a <strong>la</strong> muerte y nada les podía resistir. A los pocos años de empeñada <strong>la</strong> lucha, murió el vali<strong>en</strong>te<br />

Ziska; pero le reemp<strong>la</strong>zó Procopio, g<strong>en</strong>eral igualm<strong>en</strong>te arrojado y hábil, y <strong>en</strong> varios aspectos jefe más<br />

capaz.<br />

Los <strong>en</strong>emigos de los bohemios, sabi<strong>en</strong>do que había fallecido el guerrero ciego, creyeron llegada<br />

<strong>la</strong> o<strong>por</strong>tunidad favorable para recuperar lo que habían perdido. El papa proc<strong>la</strong>mó <strong>en</strong>tonces una cruzada<br />

contra los husitas, y una vez más se arrojó contra Bohemia una fuerza inm<strong>en</strong>sa, pero solo para sufrir<br />

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