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America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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tan nobles hijos a dirigir sus asambleas, su valor a pelear sus batal<strong>la</strong>s, y su equidad a formu<strong>la</strong>r <strong>la</strong>s leyes, y<br />

<strong>la</strong> religión de <strong>la</strong> Biblia a robustecer <strong>la</strong> intelig<strong>en</strong>cia y dirigir <strong>la</strong>s conci<strong>en</strong>cias del pueblo, ¡qué inm<strong>en</strong>sa gloria<br />

no t<strong>en</strong>dría Francia hoy! ¡Qué grande, qué próspera y qué dichoso país no sería! [...] ¡Toda una nación<br />

modelo!<br />

“Pero un fanatismo ciego e inexorable echó de su suelo a todos los que <strong>en</strong>señaban <strong>la</strong> virtud, a los<br />

campeones del ord<strong>en</strong> y a los honrados def<strong>en</strong>sores del trono; dijo a los que hubieran podido dar a su país<br />

‘r<strong>en</strong>ombre y gloria’: Escoged <strong>en</strong>tre <strong>la</strong> hoguera o el destierro. Al fin <strong>la</strong> ruina del estado fue completa; ya<br />

no quedaba <strong>en</strong> el país conci<strong>en</strong>cia que proscribir, religión que arrastrar a <strong>la</strong> hoguera ni patriotismo que<br />

desterrar” (Wylie, lib. 13, cap. 20). Todo lo cual dio <strong>por</strong> resultado <strong>la</strong> Revolución con sus horrores. “Con<br />

<strong>la</strong> huida de los hugonotes quedó Francia sumida <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral decad<strong>en</strong>cia. Floreci<strong>en</strong>tes ciudades<br />

manufactureras quedaron arruinadas; los distritos más fértiles volvieron a quedar baldíos, el<br />

<strong>en</strong>torpecimi<strong>en</strong>to intelectual y el decaimi<strong>en</strong>to de <strong>la</strong> moralidad sucedieron al notable progreso que antes<br />

imperara. París quedó convertido <strong>en</strong> un vasto asilo: se calcu<strong>la</strong> que precisam<strong>en</strong>te antes de estal<strong>la</strong>r <strong>la</strong><br />

Revolución dosci<strong>en</strong>tos mil indig<strong>en</strong>tes dep<strong>en</strong>dían de los socorros del rey. Únicam<strong>en</strong>te los jesuitas<br />

prosperaban <strong>en</strong> <strong>la</strong> nación decaída, y gobernaban con infame tiranía sobre <strong>la</strong>s iglesias y <strong>la</strong>s escue<strong>la</strong>s, <strong>la</strong>s<br />

cárceles y <strong>la</strong>s galeras”.<br />

El evangelio hubiera dado a Francia <strong>la</strong> solución de estos problemas políticos y sociales que<br />

frustraron los propósitos de su clero, de su rey y de sus gobernantes, y arrastraron finalm<strong>en</strong>te a <strong>la</strong> nación<br />

<strong>en</strong>tera a <strong>la</strong> anarquía y a <strong>la</strong> ruina. Pero bajo el dominio de Roma el pueblo había perdido <strong>la</strong>s b<strong>en</strong>ditas<br />

lecciones de sacrificio y de amor que diera el Salvador. Todos se habían apartado de <strong>la</strong> práctica de <strong>la</strong><br />

abnegación <strong>en</strong> b<strong>en</strong>eficio de los demás. Los ricos no t<strong>en</strong>ían qui<strong>en</strong> los repr<strong>en</strong>diera <strong>por</strong> <strong>la</strong> opresión con que<br />

trataban a los pobres, y a estos nadie los aliviaba de su degradación y servidumbre. El egoísmo de los<br />

ricos y de los poderosos se hacía más y más manifiesto y avasal<strong>la</strong>dor. Por varios siglos el libertinaje y <strong>la</strong><br />

ambición de los nobles habían impuesto a los campesinos extorsiones agotadoras. El rico perjudicaba al<br />

pobre y este odiaba al rico.<br />

En muchas provincias sucedía que los nobles eran dueños del suelo y los de <strong>la</strong>s c<strong>la</strong>ses trabajadoras<br />

simples arr<strong>en</strong>datarios; y de este modo, el pobre estaba a merced del rico, y se veía obligado a someterse a<br />

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