30.08.2016 Views

America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

T<strong>en</strong>ía que empezar el día con el desfile de una <strong>la</strong>rga e impon<strong>en</strong>te procesión. “Las casas <strong>por</strong> de<strong>la</strong>nte<br />

de <strong>la</strong>s cuales debía pasar, estaban <strong>en</strong>lutadas, y se habían levantado altares, de trecho <strong>en</strong> trecho”. Fr<strong>en</strong>te a<br />

todas <strong>la</strong>s puertas había una luz <strong>en</strong>c<strong>en</strong>dida <strong>en</strong> honor del “santo sacram<strong>en</strong>to”. Desde el amanecer se formó<br />

<strong>la</strong> procesión <strong>en</strong> pa<strong>la</strong>cio. “Iban de<strong>la</strong>nte <strong>la</strong>s cruces y los p<strong>en</strong>dones de <strong>la</strong>s parroquias, y después, seguían los<br />

particu<strong>la</strong>res de dos <strong>en</strong> dos, y llevando teas <strong>en</strong>c<strong>en</strong>didas”. A continuación seguían <strong>la</strong>s cuatro órd<strong>en</strong>es de<br />

frailes, luci<strong>en</strong>do cada una sus vestiduras particu<strong>la</strong>res. A estas seguía una gran colección de famosas<br />

reliquias. Iban tras el<strong>la</strong>, <strong>en</strong> sus carrozas, los altos dignatarios eclesiásticos, ost<strong>en</strong>tando sus vestiduras<br />

moradas y de escar<strong>la</strong>ta adornadas con pedrerías, formando todo aquello un conjunto espléndido y<br />

deslumbrador.<br />

“La hostia era llevada <strong>por</strong> el obispo de París bajo vistoso dosel [...] sost<strong>en</strong>ido <strong>por</strong> cuatro príncipes<br />

de los de más alta jerarquía [...]. Tras ellos iba el monarca [...]. Francisco I iba <strong>en</strong> esa ocasión despojado<br />

de su corona y de su manto real”. Con “<strong>la</strong> cabeza descubierta y <strong>la</strong> vista hacia el suelo, llevando <strong>en</strong> su mano<br />

un cirio <strong>en</strong>c<strong>en</strong>dido”, el rey de Francia se pres<strong>en</strong>tó <strong>en</strong> público “como p<strong>en</strong>it<strong>en</strong>te” (ibíd., cap. 21). Se<br />

inclinaba ante cada altar, humillándose, no <strong>por</strong> los pecados que manchaban su alma, ni <strong>por</strong> <strong>la</strong> sangre<br />

inoc<strong>en</strong>te que habían derramado sus manos, sino <strong>por</strong> el pecado mortal de sus súbditos que se habían<br />

atrevido a cond<strong>en</strong>ar <strong>la</strong> misa. Cerraban <strong>la</strong> marcha <strong>la</strong> reina y los dignatarios del estado, que iban también de<br />

dos <strong>en</strong> dos llevando <strong>en</strong> sus manos antorchas <strong>en</strong>c<strong>en</strong>didas.<br />

Como parte del programa de aquel día, el monarca mismo dirigió un discurso a los dignatarios del<br />

reino <strong>en</strong> <strong>la</strong> vasta sa<strong>la</strong> del pa<strong>la</strong>cio episcopal. Se pres<strong>en</strong>tó ante ellos con aspecto triste, y con conmovedora<br />

elocu<strong>en</strong>cia, <strong>la</strong>m<strong>en</strong>tó el “crim<strong>en</strong>, <strong>la</strong> b<strong>la</strong>sfemia, y el día de luto y de desgracia” que habían sobrev<strong>en</strong>ido a<br />

toda <strong>la</strong> nación. Instó a todos sus leales súbditos a que cooperas<strong>en</strong> <strong>en</strong> <strong>la</strong> extirpación de <strong>la</strong> herejía que<br />

am<strong>en</strong>azaba arruinar a Francia. “Tan cierto, señores, como que soy vuestro rey—dec<strong>la</strong>ró—, si yo supiese<br />

que uno de mis miembros estuviese contaminado <strong>por</strong> esta asquerosa podredumbre, os lo <strong>en</strong>tregaría para<br />

que fuese cortado <strong>por</strong> vosotros [...]. Y aun más, si viera a uno de mis hijos contaminado <strong>por</strong> el<strong>la</strong>, no lo<br />

toleraría, sino que lo <strong>en</strong>tregaría yo mismo y lo sacrificaría a Dios”. Las lágrimas le ahogaron <strong>la</strong> voz y <strong>la</strong><br />

asamblea <strong>en</strong>tera lloró, exc<strong>la</strong>mando unánimem<strong>en</strong>te: “¡Viviremos y moriremos <strong>en</strong> <strong>la</strong> religión católica!”<br />

(D’Aubigné, Histoire de <strong>la</strong> Réformation au temps de Calvin, lib. 4, cap. 12).<br />

180

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!