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America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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guerrero, marcha al fr<strong>en</strong>te, y sus ángeles un<strong>en</strong> sus fuerzas para esta batal<strong>la</strong> final. Hay reyes y guerreros <strong>en</strong><br />

su comitiva, y <strong>la</strong>s multitudes sigu<strong>en</strong> <strong>en</strong> grandes compañías, cada cual bajo su correspondi<strong>en</strong>te jefe. Con<br />

precisión militar <strong>la</strong>s columnas cerradas avanzan sobre <strong>la</strong> superficie desgarrada y escabrosa de <strong>la</strong> tierra<br />

hacia <strong>la</strong> ciudad de Dios. Por ord<strong>en</strong> de Jesús, se cierran <strong>la</strong>s puertas de <strong>la</strong> nueva Jerusalén, y los ejércitos de<br />

Satanás circundan <strong>la</strong> ciudad y se preparan para el asalto.<br />

Entonces Cristo reaparece a <strong>la</strong> vista de sus <strong>en</strong>emigos. Muy <strong>por</strong> <strong>en</strong>cima de <strong>la</strong> ciudad, sobre un<br />

fundam<strong>en</strong>to de oro bruñido, hay un trono alto y <strong>en</strong>cumbrado. En el trono está s<strong>en</strong>tado el Hijo de Dios, y<br />

<strong>en</strong> torno suyo están los súbditos de su reino. Ningún l<strong>en</strong>guaje, ninguna pluma pued<strong>en</strong> expresar ni describir<br />

el poder y <strong>la</strong> majestad de Cristo. La gloria del Padre Eterno <strong>en</strong>vuelve a su Hijo. El espl<strong>en</strong>dor de su<br />

pres<strong>en</strong>cia ll<strong>en</strong>a <strong>la</strong> ciudad de Dios, rebosando más allá de <strong>la</strong>s puertas e inundando toda <strong>la</strong> tierra con su<br />

brillo.<br />

Inmediatos al trono se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tran los que fueron alguna vez celosos <strong>en</strong> <strong>la</strong> causa de Satanás, pero<br />

que, cual tizones arrancados del fuego, siguieron luego a su Salvador con profunda e int<strong>en</strong>sa devoción.<br />

Vi<strong>en</strong><strong>en</strong> después los que perfeccionaron su carácter cristiano <strong>en</strong> medio de <strong>la</strong> m<strong>en</strong>tira y de <strong>la</strong> incredulidad,<br />

los que honraron <strong>la</strong> ley de Dios cuando el mundo cristiano <strong>la</strong> dec<strong>la</strong>ró abolida, y los millones de todas <strong>la</strong>s<br />

edades que fueron martirizados <strong>por</strong> su fe. Y más allá está <strong>la</strong> “grande muchedumbre, que nadie podía<br />

contar, de <strong>en</strong>tre todas <strong>la</strong>s naciones, y <strong>la</strong>s tribus, y los pueblos, y <strong>la</strong>s l<strong>en</strong>guas [...] de pie ante el trono y<br />

de<strong>la</strong>nte del Cordero, revestidos de ropas b<strong>la</strong>ncas, y t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do palmas <strong>en</strong> sus manos”. Apocalipsis 7:9 (VM).<br />

Su lucha terminó; ganaron <strong>la</strong> victoria. Disputaron el premio de <strong>la</strong> carrera y lo alcanzaron. La palma que<br />

llevan <strong>en</strong> <strong>la</strong> mano es símbolo de su triunfo, <strong>la</strong> vestidura b<strong>la</strong>nca, emblema de <strong>la</strong> justicia perfecta de Cristo<br />

que es ahora de ellos.<br />

Los redimidos <strong>en</strong>tonan un canto de a<strong>la</strong>banza que se exti<strong>en</strong>de y repercute <strong>por</strong> <strong>la</strong>s bóvedas del cielo:<br />

“¡Atribúyase <strong>la</strong> salvación a nuestro Dios, que está s<strong>en</strong>tado sobre el trono, y al Cordero!” Vers. 10. Ángeles<br />

y serafines un<strong>en</strong> sus voces <strong>en</strong> adoración. Al ver los redimidos el poder y <strong>la</strong> malignidad de Satanás, han<br />

compr<strong>en</strong>dido, como nunca antes, que ningún poder fuera del de Cristo habría podido hacerlos v<strong>en</strong>cedores.<br />

Entre toda esa muchedumbre ni uno se atribuye a sí mismo <strong>la</strong> salvación, como si hubiese prevalecido con<br />

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