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America en la Profecia por Elena White [Version Moderna]

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

Los orígenes peculiares de Estados Unidos y su hegemonía en los asuntos mundiales se quedan indiscutibles. Como superpotencia nacida de Europa, la historia se ha resplandecido por todas partes. Pronosticada desde la antigüedad, una miríada de las represiones, las revoluciones y las reformas le inspiró al primer grupo de peregrinos a establecerse en una nueva tierra prometida de la libertad. Este libro permite al lector a comprender el destino único de América y el papel dominante, mientras asediada por maquinaciones políticas y espirituales. Claramente, esta lectura revelará las manipulaciones, los movimientos y las intervenciones que han moldeado a América, presagiando su cooperación para socavar los mismos valores, más queridos anteriormente. Al mismo tiempo, disemina rayos de esperanza y confianza a medida que se estalla un giro de acontecimientos.

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Si el lector quiere saber cuáles son los medios que se emplearán <strong>en</strong> <strong>la</strong> conti<strong>en</strong>da <strong>por</strong> v<strong>en</strong>ir, no ti<strong>en</strong>e<br />

más que leer <strong>la</strong> descripción de los que Roma empleó con el mismo fin <strong>en</strong> siglos pasados. Si desea saber<br />

cómo los papistas unidos a los protestantes procederán con los que rechac<strong>en</strong> sus dogmas, considere el<br />

espíritu que Roma manifestó contra el sábado y sus def<strong>en</strong>sores.<br />

Edictos reales, concilios g<strong>en</strong>erales y ord<strong>en</strong>anzas de <strong>la</strong> iglesia sost<strong>en</strong>idos <strong>por</strong> el poder civil fueron<br />

los peldaños <strong>por</strong> medio de los cuales el día de fiesta pagano alcanzó su puesto de honor <strong>en</strong> el mundo<br />

cristiano. La primera medida pública que impuso <strong>la</strong> observancia del domingo fue <strong>la</strong> ley promulgada <strong>por</strong><br />

Constantino (año 321 d. C.; véase el Apéndice). Dicho edicto requería que los habitantes de <strong>la</strong>s ciudades<br />

descansaran <strong>en</strong> “el v<strong>en</strong>erable día del sol”, pero permitía a los del campo que prosiguies<strong>en</strong> sus fa<strong>en</strong>as<br />

agríco<strong>la</strong>s. A pesar de ser <strong>en</strong> realidad ley pagana, fue impuesta <strong>por</strong> el emperador después que hubo aceptado<br />

nominalm<strong>en</strong>te el cristianismo.<br />

Como el mandato real no parecía sustituir de un modo sufici<strong>en</strong>te <strong>la</strong> autoridad divina, Eusebio,<br />

obispo que buscó el favor de los príncipes y amigo íntimo y adu<strong>la</strong>dor especial de Constantino, aseveró<br />

que Cristo había transferido el día de reposo del sábado al domingo. No se pudo aducir una so<strong>la</strong> prueba<br />

de <strong>la</strong>s Santas Escrituras <strong>en</strong> favor de <strong>la</strong> nueva doctrina. Eusebio mismo reconoce involuntariam<strong>en</strong>te <strong>la</strong><br />

falsedad de el<strong>la</strong> y seña<strong>la</strong> a los verdaderos autores del cambio. “Nosotros hemos transferido al domingo,<br />

día del Señor—dice—todas <strong>la</strong>s cosas que debían hacerse <strong>en</strong> el sábado” (Robert Cox, Sabbath Laws and<br />

Sabbath Duties, p. 538). Pero <strong>por</strong> infundado que fuese el argum<strong>en</strong>to <strong>en</strong> favor del domingo, sirvió para<br />

<strong>en</strong>val<strong>en</strong>tonar a los hombres y animarlos a pisotear el sábado del Señor. Todos los que deseaban ser<br />

honrados <strong>por</strong> el mundo aceptaron el día festivo popu<strong>la</strong>r.<br />

Con el afianzami<strong>en</strong>to del papado fue <strong>en</strong>alteciéndose más y más <strong>la</strong> institución del domingo. Por<br />

algún tiempo el pueblo siguió ocupándose <strong>en</strong> los trabajos agríco<strong>la</strong>s fuera de <strong>la</strong>s horas de culto, y el séptimo<br />

día, o sábado, siguió si<strong>en</strong>do considerado como el día de reposo. Pero l<strong>en</strong>ta y seguram<strong>en</strong>te fue efectuándose<br />

el cambio. Se prohibió a los magistrados que fal<strong>la</strong>ran <strong>en</strong> lo civil los domingos. Poco después se dispuso<br />

que todos sin distinción de c<strong>la</strong>se social se abstuvies<strong>en</strong> del trabajo ordinario, so p<strong>en</strong>a de multa para los<br />

señores y de azotes para los siervos. Más tarde se decretó que los ricos serían castigados con <strong>la</strong> pérdida<br />

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