21.11.2016 Views

edgar-cuentos

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—Pues bien, mon ami, entonces vencerá usted, por esta Eugènie a quien ama, esa<br />

menuda debilidad que acaba de confesarme... esa debilidad antes moral que física, y que,<br />

permítame decírselo, no sienta a la nobleza de su verdadero carácter ni a la sinceridad de su<br />

temperamento; una debilidad que, de no ser dominada, habrá de crearle tarde o temprano<br />

muy penosas dificultades. Vencerá usted, por mí, esa afectación que lo induce (como usted<br />

mismo reconoce) a negar franca o tácitamente el defecto visual de que padece. A negarlo,<br />

sí, puesto que no quiere emplear los medios habituales para remediarlo. En una palabra, que<br />

deseo verle usar anteojos... ¡Sh...! ¡No me diga nada! Usted ha consentido ya en usarlos...<br />

por mí. Por eso aceptará ahora este juguete que tengo en la mano, y que, aunque admirable<br />

auxiliar de la visión, no puede considerarse —una joya demasiado valiosa. Advertirá usted<br />

que, mediante una ligera modificación, en esta forma... o así... puede adaptarse a los ojos<br />

como un par de anteojos comunes, o sirve para llevar en el bolsillo del chaleco como<br />

gemelos de teatro. Pero usted ha consentido, por mí, en llevarlos desde ahora en la primera<br />

de sus formas.<br />

Este pedido —¿debo confesarlo?— me confundió profundamente. Pero la recompensa<br />

a la cual estaba unido no me permitía vacilar un solo momento.<br />

—¡De acuerdo! —exclamé, con todo el entusiasmo de que era dueño—. ¡Acepto...<br />

acepto de todo corazón! Sacrifico cualquier sentimiento por usted. Esta noche llevaré estos<br />

gemelos sobre mi corazón... como gemelos; pero con las primeras luces de esa mañana que<br />

me proporcione la felicidad de llamarla mi esposa... habré de colocarlos sobre mi... sobre<br />

mi nariz... y usarlos desde entonces en la forma que usted lo desea, menos a la moda y<br />

menos romántica, cierto, pero mucho más útil para mí.<br />

Nuestra conversación se encaminó entonces a los detalles concernientes al siguiente<br />

día. Me enteré por mi prometida que Talbot acababa de regresar a la ciudad. Debía ir a<br />

verlo inmediatamente y procurarme un coche. La soirée no terminaría antes de las dos, y a<br />

esa hora el coche estaría en la puerta; entonces, aprovechando la confusión ocasionada por<br />

la partida de los invitados, Madame Lalande podría subir al carruaje sin ser observada.<br />

Acudiríamos a casa de un pastor que estaría esperando para unirnos en matrimonio; luego<br />

de eso dejaríamos a Talbot en su casa y saldríamos para realizar una breve jira por el este,<br />

dejando a la sociedad local que hiciera los comentarios que se le ocurriera.<br />

Una vez todo planeado, salí de la casa y me encaminé en busca de Talbot, pero en el<br />

camino no pude contenerme y entré en un hotel para examinar la miniatura. Los anteojos<br />

me ayudaron muchísimo para ver todos sus detalles y me permitieron descubrir un rostro de<br />

admirable belleza. ¡Ah, esos ojos tan grandes como luminosos, la altiva nariz griega, los<br />

rizos abundantes y negros...!<br />

—¡Sí! —me dije, exultante—. ¡He aquí la imagen misma de mi adorada!<br />

Y al examinar el reverso encontré estas palabras: «Eugènie Lalande, veintisiete años y<br />

siete meses».<br />

Hallé a Talbot en su casa y le informé inmediatamente de mi buena fortuna. Pareció<br />

extraordinariamente sorprendido, como era natural, pero me felicitó muy cordialmente y<br />

me ofreció toda la ayuda que pudiera proporcionarme. En resumen, cumplimos el plan<br />

como había sido trazado y, a las dos de la mañana, diez minutos después de la ceremonia<br />

nupcial, me encontré en un carruaje cerrado en compañía de Madame Lalande... es decir de<br />

la señora Simpson, viajando a gran velocidad rumbo al noreste.<br />

Puesto que deberíamos viajar toda la noche, Talbot nos había aconsejado que<br />

hiciéramos el primer alto en C..., pueblo a unas veinte millas de la ciudad, donde podríamos<br />

desayunar y descansar un rato antes de seguir viaje. A las cuatro, el coche se detuvo ante la

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!