21.11.2016 Views

edgar-cuentos

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Caído está el gabán y uno de los pies de Pompeyo se enreda en el largo faldón que arrastra<br />

en la escalera. La consecuencia era inevitable: Pompeyo se tambaleó y cayó. Cayó hacia<br />

adelante y su maldita cabeza me golpeó en medio del... del pecho, precipitándome boca<br />

abajo, conjuntamente con él, sobre el duro, sucio y detestable piso del campanario. Pero mi<br />

venganza fue segura, repentina y completa. Aferrándolo furiosamente con ambas manos<br />

por la lanuda cabellera, le arranqué gran cantidad de negro, matoso y rizado elemento, que<br />

arrojé lejos de mí con todas las señales del desdén. Cayó entre las cuerdas del campanario y<br />

allí permaneció. Levantóse Pompeyo sin decir palabra. Pero me miró lamentablemente con<br />

sus grandes ojos y... suspiró. ¡Oh, dioses... ese suspiro! ¡Cómo se hundió en mi corazón! ¡Y<br />

el cabello... la lana! De haber podido recogerla la hubiese bañado con mis lágrimas en<br />

prueba de arrepentimiento. Pero, ¡ay!, hallábase lejos de mi alcance. Y, mientras se<br />

balanceaba entre el cordaje de la campana, me pareció que estaba viva. Me pareció que se<br />

estremecía de indignación. Así es como el epicentro Flos Aeris, de Java, produce una<br />

hermosa flor cuando se la arranca de raíz. Los nativos la cuelgan del techo con una soga y<br />

gozan durante años de su fragancia.<br />

Nuestra querella había terminado y buscamos una abertura por la cual contemplar la<br />

ciudad de Edina. No había ninguna ventana. La única luz admitida en aquella lúgubre<br />

cámara procedía de una abertura cuadrada, de un pie de diámetro, situada a unos siete pies<br />

de alto. Empero, ¿qué no emprenderá la energía del verdadero genio? Resolví encaramarme<br />

hasta el agujero. Gran cantidad de ruedas, engranajes y otras maquinarias de aire cabalístico<br />

aparecían junto al orificio, y a través del mismo pasaba un vastago de hierro procedente de<br />

la maquinaria. Entre los engranajes y la pared quedaba apenas espacio para mi cuerpo; pero<br />

estaba enérgicamente decidida a perseverar. Llamé a Pompeyo.<br />

—¿Ves ese orificio, Pompeyo? Quiero mirar a través de él. Te pondrás exactamente<br />

debajo... así. Ahora, Pompeyo, estira una mano y déjame poner el pie en ella... así. Ahora la<br />

otra, Pompeyo, y en esta forma me treparé a tus hombros.<br />

Hizo todo lo que le mandaba, y descubrí que, al enderezarme, podía pasar fácilmente la<br />

cabeza y el cuello por la abertura. El panorama era sublime. Nada podía ser más magnífico.<br />

Apenas si me detuve un instante para ordenar a Diana que se portara bien y asegurar a<br />

Pompeyo que sería considerada y que pesaría lo menos posible sobre sus hombros. Le dije<br />

que sería sumamente tierna para sus sentimientos... ossí tendre que biftec. Y, luego de<br />

cumplir así con mi fiel amigo, me entregué con gran vivacidad y entusiasmo a gozar de la<br />

escena que tan gentilmente se desplegaba ante mis ojos.<br />

Empero, no me demoraré en este tema. No describiré la ciudad de Edimburgo. Todo el<br />

mundo ha ido a la ciudad de Edimburgo. Todo el mundo ha ido a Edimburgo, la clásica<br />

Edina. Me limitaré a los trascendentales detalles de mi lamentable aventura personal.<br />

Después de haber satisfecho en alguna medida mi curiosidad sobre la extensión, topografía<br />

y apariencia general de la ciudad, me quedó tiempo para observar la iglesia donde me<br />

hallaba y la delicada arquitectura del campanario. Noté que la abertura por la cual había<br />

sacado la cabeza era un orificio en la esfera de un gigantesco reloj y que, visto desde la<br />

calle, debía parecer el que se usa en los viejos relojes franceses para darles cuerda. Sin<br />

duda, su verdadero objeto era permitir que el encargado del reloj sacara por allí el brazo y<br />

ajustara las agujas desde adentro. Noté asimismo con sorpresa el inmenso tamaño de dichas<br />

agujas, la mayor de las cuales no tendría menos de diez pies de largo y ocho o nueve<br />

pulgadas de ancho en su parte más cercana a mí. Parecían de un acero muy sólido y<br />

sumamente afiladas. Luego de reparar en dichos detalles y otros más, dirigí nuevamente la<br />

mirada hacia el glorioso panorama que se extendía allá abajo, y pronto quedé absorta en

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!