Un Obsequio de Amor Corrección Final

50
al parque. Un vendedor de jugos se esforzaba en atender a sus sedientos
clientes. Algunos niños jugaban a la pelota. Otros subían y bajaban de los
juegos metálicos. Uno que otro ciclista y paseantes con perros
complementaban la ambientación del lugar.
-¡Oye!... estos repentinos cambios de ubicación, sin previo aviso me sacan de
concentración-.
-Perdón, pero tienes que acostúmbrate. Algunos de nuestros recuerdos
desaparecen inesperadamente-.
Ricardo expresó su comprensión elevando y extendiendo lentamente las
manos que tenía sobre sus piernas al tiempo de hacer lo mismo con su cabeza
para mirar al cielo y después dejarla caer hasta casi pegar la barbilla a su
pecho para decir.
-Ni hablar mujer. Menos quejas y más acción-.
Procedió pues a externar.
-Y sobre eso que vimos, me parece absolutamente cierta una cosa: si uno
quiere que sus asuntos caminen bien, es preciso orientar como es debido a los
responsables de hacerlo y también estar dispuesto a sancionar sin actuar con
insolencia procaz-.
Inmediatamente agregó.
-Porque efectivamente: lo cortés no quita lo valiente-.