Un Obsequio de Amor Corrección Final

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-Ricardo, mi amor: sólo inténtalo una y otra vez. Y total: si nos metemos un
buen susto. Ya estaré retomando el control para echar reversa y asunto
arreglado.-
-A ver pues: ahora sí, seré yo el que dirija y que pase lo que tenga que pasar-.
Las mentes de ambos se trasportaron casi simultáneamente a varios
escenarios.
A unos pasos del antiguo domicilio de Ricardo y Alicia, un vecino salió de su
casa y al ver que un vehículo bloqueaba su cochera, despotricó.
-Me lleva el tren, que gente tan necia caramba. Acaso no ven el letrero que
puse en mi puerta o les vale un carajo-.
Justo antes de las ocho de la mañana, la calle estaba repleta de automóviles y
transeúntes. Padres e hijos corrían para llegar a una escuela ubicada unos
metros adelante. La chicharra que avisaría el inicio de las clases empezaría a
sonar en un par de minutos. Desesperados por falta de lugares para
estacionar sus vehículos, los conductores con descaro se estacionaban frente a
las cocheras de varias residencias.
Por eso en cada tramo de la reja, dividida en dos tantos, en la casa de aquel
vecino iracundo se observan sendos letreros con la misma leyenda.
“Ni un momento, ni tantito, ni un segundo ponga su carro en mi cochera o le
poncho una llanta”.