Un Obsequio de Amor Corrección Final

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Pero, el recuerdo de algo que sucedió en aquella ocasión, se recreó en su
memoria al evocar el relato que le hiciera su tío Luis, el padre de la novia que
tiempo atrás lo puso al tanto de los detalles de la tertulia y las palabras que
había dicho durante el festejo matrimonial.
Fue entonces que en la mente de Ricardo, se reprodujo con precisión lo
acontecido una tarde soleada de domingo como si hubiera sido un testigo
más de lo que el relato de su pariente le había revelado.
En un jardín en el que se colocaron mesas y sillas, adornos de flores, botellas
conteniendo licor, pequeñas charolas con dulces y los cubiertos adecuados
para el banquete, algunos de los convidados seguían llegando al lugar del
festejo.
Un espacio agradable, con vasta vegetación, en un área de mil metros
cuadrados, estacionamiento para vehículos, servicio de vallet-parking, amplia
cocina, dos baños, pista de baile y una superficie cubierta por mármol
destinada a colocar las mesas para los comensales, bajo de una carpa
gigantesca que los protegería del sol o de la lluvia si fuera el caso.
Ciento cincuenta invitados fueron convocados al ágape. Pocos faltaron o
llegaron tarde. La concurrencia presente bebía, platicaba, algunas parejas
bailaban y de repente, la música del sonido se interrumpió para que los
convidados recibieran la invitación del maestro de ceremonias.