JOURNALfor the STUDYof ANTISEMITISM

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consciente con el objetivo de deslegitimar a ese estado. En ambos casos
objetivamente se produce una situación discriminatoria contra Israel, el cual
termina recibiendo un trato injusto (en relación a los hechos producidos por
otros estados y grupos sociales) y desproporcionado (en virtud de los
propios hechos por los que este estado es responsable.) Estas dos formas de
tratamiento inmerecido pueden ser ligados a las dos formas de antisemitismo
de las que habló el sociólogo Gino Germani ya que el primero—la
visión prejuiciosa—se relaciona con las formas de judeofobia más insconcientes
esto implica una remisión a lo definido por este autor como
“antisemitismo tradicional” mientras que la segunda—la banalización consciente—al
tratarse de una descalificación voluntaria y consciente (y no la
mera y mecánica reproducción de estereotipos) nos remite a lo que Germani
definió como “antisemitismo ideológico”.
Si una parte de la intelectualidad—supuestamente el grupo social más
crítico—utiliza acríticamente conceptos cuyo signifi cado conoce perfectamente
y, sin medir las consecuencias, decide darles un uso banal, desvirtuando
su verdadero sentido con la intención de forzar la interpretación de
determinado hecho histórico, entonces algo profundo está sucediendo. Si la
crítica es una de las características centrales del intelectual, entonces llama
poderosamente la atención el hecho que académicos, científi cos sociales,
empleen como técnicas de análisis el reduccionismo maniqueísta, el dualismo
polar mesiánico y el simplismo acrítico creando como resultado una
demonización de Israel perfilando una imagen de este estado que funcione a
modo de bálsamo “tranquilizador” de sus inconcientes (no odio a Israel
porque soy antisemita, sino porque Israel es “malo” o hace cosas
“malvadas”). Crean la representación mental de Israel que necesitan para
justificarse. Una condena “ex-ante” que funciona como autojustificación.
Sinceramente es sorprendente ver a reputados especialistas de las
ciencias sociales, académicos sumamente serios y rigurosos en sus análisis
y estudios pero que cuando tienen que aplicar sus saberes para explicar el
conflicto de Medio Oriente, mal emplean categorías vaciándolas de contenido,
empleándolas acríticamente como una “jerga”—en el sentido
propuesto por Theodor Adorno 8 en su crítica del filósofo nazi Martin
Heidegger—utilizando este lenguaje conceptual en un sentido forzado con
8. . . . el carácter de la jerga sería sobremanera formal: ella se encarga de
que lo que desea sea sentido y aceptado por su exposición, en gran parte sin tener
en cuenta el contenido de las palabras. El elemento preconceptual y mimético del
lenguaje lo toma ella bajo su dirección, a favor de los efectos por ella deseados . . .
Adorno, Theodore: La Ideología como lenguaje. Editorial Taurus: Madrid, 1992,
Págs. 12, 13 y 14.