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Teología <strong>de</strong> <strong>la</strong> Reforma<br />
Dios hay como tú, que perdona <strong>la</strong> maldad y olvida el<br />
pecado <strong>de</strong>l remanente <strong>de</strong> su heredad? No ha guardado para<br />
siempre su enojo, porque él se comp<strong>la</strong>ce en <strong>la</strong> misericordia.<br />
(Miq. 7:18).<br />
No hab<strong>la</strong>mos aquí <strong>de</strong> justicia, ni <strong>de</strong>l trato <strong>de</strong> Dios con los<br />
hombres, según sus merecimientos. Si piensas entrar en<br />
re<strong>la</strong>ción con Dios, justo sobre <strong>la</strong> base <strong>de</strong> <strong>la</strong> ley, <strong>la</strong> ira eterna<br />
te aguarda amenazadora por cuanto esto es lo que mereces.<br />
Bendito sea su nombre, porque, no nos ha tratado según<br />
nuestros pecados; y hoy nos trata en términos <strong>de</strong> gracia<br />
inmerecida y compasión infinita, diciendo: «Les recibiré<br />
misericordioso y les amaré <strong>de</strong> voluntad.» Créelo, porque<br />
ciertamente es <strong>la</strong> verdad que el gran Dios trata al culpable<br />
con misericordia abundante. Sí, pue<strong>de</strong> tratar al impío como<br />
si siempre hubiera sido piadoso. Lee atentamente <strong>la</strong><br />
parábo<strong>la</strong> <strong>de</strong>l «hijo pródigo,» y verás como el padre<br />
perdonador recibe al hijo errante con tanto amor como si<br />
nunca se hubiera extraviado y nunca contaminado con el<br />
mundo. Hasta tal punto el padre <strong>de</strong>mostraba su cariño, que<br />
el hermano mayor halló en ello motivo para murmurar, no<br />
por eso el padre <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> amarle. Por culpable que fueras,<br />
con tal que quieras volver a Dios, te tratará como si nunca<br />
hubieras hecho mal alguno. Te consi<strong>de</strong>rará justo y te tratará<br />
comp<strong>la</strong>cido. ¿Qué dices a esto?<br />
Deseo ac<strong>la</strong>rar bien lo glorioso <strong>de</strong> este caso. Ya que nadie<br />
sino Dios pensaría en justificar al impío, y nadie sino él lo<br />
podría hacer, ¿no ves como Dios, bien lo pue<strong>de</strong> hacer?<br />
Fíjate en como el apóstol extien<strong>de</strong> el reto: « ¿Quién acusará<br />
a los escogidos <strong>de</strong> Dios? Dios es el que justifica» (Ro.<br />
8:33). Habiendo Dios justificado a una persona, está bien<br />
hecho, rectamente hecho, justamente hecho, y para siempre<br />
perfectamente hecho. El otro día leí un impreso lleno <strong>de</strong><br />
veneno contra el evangelio y los que lo predican. Decía que<br />
creemos en una teoría por <strong>la</strong> cual nos imaginamos que el<br />
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Fundación IBRC<br />
Teología <strong>de</strong> <strong>la</strong> Reforma<br />
para especificar, todos son pruebas inconcusas <strong>de</strong> su divinidad,<br />
que ciertamente era Dios al mismo tiempo que con<strong>de</strong>scendió a ser<br />
hombre.<br />
También <strong>la</strong>s Escrituras Indudablemente nos enseñan que es<br />
Dios ahora, que comparte el trono con el Padre, sentado en alto<br />
sobre "todo principado, potestad, potencia y señorío, y todo<br />
nombre que se nombra," y que el objeto verda<strong>de</strong>ro, legítimo, <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />
veneración y homenaje y culto <strong>de</strong> los mundos todos. Asimismo<br />
nos enseña a creer que es hombre. Nos dicen que, llegado el día<br />
seña<strong>la</strong>do, vino <strong>de</strong>l cielo y se hizo hombre sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ser Dios,<br />
apropiándose <strong>la</strong> naturaleza infantil en el pesebre <strong>de</strong> Belén; que <strong>de</strong><br />
tal estado creció a <strong>la</strong> estatura <strong>de</strong> varón, hecho "carne <strong>de</strong> nuestra<br />
carne y hueso <strong>de</strong> nuestro hueso," en todo menos en nuestro<br />
pecado. Son fuertes pruebas <strong>de</strong> su humanidad verda<strong>de</strong>ra sus<br />
pa<strong>de</strong>cimientos, hambre, muerte y sepultura, exigiéndonos, no<br />
obstante, <strong>la</strong> religión cristiana que creamos en su verda<strong>de</strong>ra<br />
divinidad. Se nos enseña que fue "niño nacido, hijo dado," siendo<br />
al mismo tiempo "Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre<br />
Eterno." Para tener i<strong>de</strong>as c<strong>la</strong>ras y rectas respecto a Jesús no hay<br />
que confundir una con otra sus dos naturalezas. No hemos <strong>de</strong><br />
tenerlo por un Dios rebajado hasta <strong>la</strong> humanidad <strong>de</strong>ificada, ni por<br />
nombre común oficialmente elevado hasta <strong>la</strong> <strong>de</strong>idad, sino por una<br />
persona con dos naturalezas distintas, no es Dios convertido en<br />
hombre, ni hombre hecho Dios, sino hombre y Dios a <strong>la</strong> vez<br />
formando unidad. Es por esto que confiamos en él, en calidad <strong>de</strong><br />
Interventor, Medianero, Hijo <strong>de</strong> Dios, Hijo <strong>de</strong>l hombre. He aquí<br />
nuestro salvador, el ser gloriosísimo, pero misterioso, indicado en<br />
el texto al <strong>de</strong>cir que es gran<strong>de</strong>, "gran<strong>de</strong> para salvar."<br />
De su po<strong>de</strong>r no hay necesidad <strong>de</strong> hab<strong>la</strong>r; sois lectores <strong>de</strong> <strong>la</strong>s<br />
Escrituras, y creéis en <strong>la</strong> potencia y majestad <strong>de</strong>l que encarnó Hijo<br />
<strong>de</strong> Dios. Lo creéis Árbitro <strong>de</strong> <strong>la</strong> provi<strong>de</strong>ncia, Rey <strong>de</strong> <strong>la</strong> muerte,<br />
Vencedor <strong>de</strong>l Infierno. Señor <strong>de</strong> los ángeles, Dueño <strong>de</strong> <strong>la</strong>s<br />
tempesta<strong>de</strong>s, y Dios <strong>de</strong> <strong>la</strong>s batal<strong>la</strong>s; luego prueba <strong>de</strong> su po<strong>de</strong>r no<br />
necesitáis. Parte <strong>de</strong> su potencia es asunto para hoy: es "Gran<strong>de</strong>, o<br />
po<strong>de</strong>roso, para salvar." Dénos el Santo Espíritu su auxilio para<br />
tratarlo brevemente, sirviéndonos <strong>de</strong> él para <strong>la</strong> salvación <strong>de</strong><br />
nuestras almas.<br />
Fundación IBRC 139