el jugador - texto
el jugador - texto
el jugador - texto
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Page 113<br />
—¿Es posible? No, yo no estuve bajo su ventana, pero aguardaba en <strong>el</strong><br />
pasillo y me paseaba cerca de allí.<br />
— Hay que curarla, míster Astley.<br />
—Sí, ya hice llamar al médico. Si se muere, me dará usted cuenta de su<br />
m u e rt e .<br />
Me quedé estupefacto.<br />
— Por favo r, míster Astley, ¿qué quiere usted decir?<br />
—¿Es cierto que ganó usted ayer doscientos mil tálero s ?<br />
— Solamente cien mil florines.<br />
— Ya lo ve. Y ¿va usted a marcharse en seguida a Pa r í s ?<br />
— ¿ Por qué?<br />
— Todos los rusos, cuando tienen dinero, se van a París —me explicó míster<br />
Astley con <strong>el</strong> tono de quien ha leído esas palabras en un libro.<br />
—¿Y qué voy a hacer yo en París, en verano? ¡La quiero, míster Astley! ¡Y<br />
usted lo sabe!<br />
— ¿ De veras? Estoy convencido de lo contrario. Además, si usted se queda<br />
aquí, seguramente perderá todo lo que tiene y ya no tendrá medio para irse<br />
a París. Vamos, adiós, estoy absolutamente convencido de que se irá usted<br />
h oy mismo.<br />
— Bueno, adiós, pero no me iré. Piense, míster Astley, en lo que va a ocur<br />
r i r... En resumen, <strong>el</strong> general..., y ahora este incidente con miss Pa u l i n a . . .<br />
Va a enterarse toda la ciudad.<br />
—Sí, toda la ciudad. Creo que al general le importa muy poco. Tiene otras<br />
cosas en qué pensar. Además, miss Paulina tiene <strong>el</strong> derecho de vivir donde<br />
le plazca. Por lo que se re f i e re a su familia, podemos decir, sin equivo c a r n o s ,<br />
que no existe.<br />
Mientras me alejaba me reía de la extraña seguridad de ese inglés que pretendía<br />
que yo iba a marcharme a París. «Sin embargo, quiere matarme en<br />
du<strong>el</strong>o si Paulina se muere —pensé—; no está mal.»<br />
Ju ro que sentía lástima de Paulina, pero, cosa extraña, desde <strong>el</strong> momento<br />
p reciso en que <strong>el</strong> día anterior me acerqué a la mesa de juego y comencé a<br />
amontonar fajos de billetes, mi amor, en cierto modo, quedó r<strong>el</strong>egado a un<br />
segundo plano. Digo esto ahora, pero en <strong>el</strong> momento no tuve una idea precisa.<br />
¿Era, pues, realmente, un <strong>jugador</strong>? ¿Amaba entonces a Paulina de una<br />
manera tan... extraña? No, Dios es testigo de que la amo todavía. Y cuando<br />
dejé a míster Astley sufría s i n c e r a m e n te y me cubría de re p roches al llegar al<br />
hot<strong>el</strong>. Pe ro entonces me sucedió una aventura de las más raras y estúpidas.<br />
Me dirigí apresuradamente a casa d<strong>el</strong> general, cuando de pronto, no lejos de su<br />
http://www.scribd.com/Insurgencia