09.05.2013 Views

el jugador - texto

el jugador - texto

el jugador - texto

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Page 97<br />

exige de mí actos extravagantes, como <strong>el</strong> otro día con <strong>el</strong> barón. ¿No es indignante?<br />

¿Y míster Astley? Aquí las cosas se hacían francamente incompre n s ibles<br />

y, sin embargo... ¡Se ñ o r, qué sufrimiento <strong>el</strong> mío!<br />

De re g reso a mi casa, en un acceso de furo r, cogí la pluma y garrapateé lo<br />

que sigue:<br />

« Paulina Alexandrovna: veo claramente que <strong>el</strong> desenlace se acerca. Claro<br />

está que le alcanzará también a usted. Por última vez le pregunto: ¿le es a usted<br />

necesaria mi vida? Si soy útil, PA R A LO QU E S E A, disponga de mí. Por <strong>el</strong><br />

momento, me paso en la habitación la mayor parte d<strong>el</strong> tiempo. No voy a ninguna<br />

parte. Si es preciso, escríbame o mándeme llamar. »<br />

Metí la nota en un sobre y se la di al criado d<strong>el</strong> piso para que se la lleva s e ,<br />

con la orden de entregárs<strong>el</strong>a en propia mano. No esperaba respuesta, pero<br />

t res minutos después volvió <strong>el</strong> criado y me transmitió un saludo de su<br />

p a rt e .<br />

A l rededor de las siete me dijeron que <strong>el</strong> general quería ve r m e .<br />

Estaba en su gabinete, vestido como si se dispusiera a salir. Su sombre ro y<br />

su bastón estaban sobre <strong>el</strong> diván. Al entrar me pareció verlo en medio de la<br />

habitación, perniabierto y cabizbajo, hablando solo. En cuanto me vio, se<br />

lanzó hacia mí casi dando un grito. In voluntariamente re t rocedí un paso y<br />

quise salir, pero me cogió de ambas manos y me atrajo hacia <strong>el</strong> diván. Se sentó<br />

y me hizo sentar en una butaca frente a él, y sin soltarme las manos, con labios<br />

t e m b l o rosos, me dijo con voz implorante, mientras las lágrimas brillaban<br />

en sus ojos:<br />

—Alexis Iva n ovitch, ¡sálveme, sálveme, tenga piedad de mí!<br />

Ta rdé mucho en compre n d e r. Hablaba sin parar y repetía a cada instante:<br />

« ¡ Tenga piedad de mí!» Por último adiviné que esperaba de mí algo d<strong>el</strong> tipo<br />

de un consejo o más bien que, abandonado de todos, poseído por la angustia<br />

y la desesperación, habíase acordado de mí y me había llamado solamente<br />

para hablar, hablar, hablar. . .<br />

Estaba fuera de sí, o al menos había perdido completamente la cabez a .<br />

Juntaba las manos y estaba dispuesto a lanzarse a mis rodillas para que —<br />

¿lo adivinaríais?— fuese inmediatamente a ver a mademois<strong>el</strong>le Blanche y le<br />

suplicase, le exhortase a que volviera a su lado y se casara con él.<br />

— Permítame, general —dije—, pero no creo siquiera que mademois<strong>el</strong>le<br />

Blanche se haya fijado en mí. ¿Qué puedo hacer?<br />

Era inútil protestar: no comprendía lo que se le decía. También se puso<br />

a hablar de la abu<strong>el</strong>a, diciendo frases incoherentes. No renunciaba a la idea<br />

de recurrir a la policía.<br />

http://www.scribd.com/Insurgencia

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!