el jugador - texto
el jugador - texto
el jugador - texto
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
un grupo de cifras de doce a dieciocho y de dieciocho a ve i n t i c u a t ro: en total<br />
arriesgamos dieciséis federicos. La ruleta comenzó a dar vu<strong>el</strong>tas.<br />
—Z é ro !—gritó <strong>el</strong> c ro u p i e r.<br />
Lo habíamos perdido todo.<br />
— ¡ Qué estúpido! —exclamó la abu<strong>el</strong>a, volviéndose a Des Grieux—. ¡Ma ldito<br />
francés! ¡Y que este aborto me dé consejos! ¡Lárgate, lárgate! No entiende<br />
nada de nada y quiere meter la nariz en todo.<br />
Horriblemente humillado, Des Grieux se encogió de hombros, lanzó a la<br />
abu<strong>el</strong>a una mirada despre c i a t i va y se retiró. Estaba avergonzado por haber<br />
i n t e rvenido, pero no había podido contenerse.<br />
Al cabo de una hora, a pesar de desesperados esfuerzos, lo habíamos perdido<br />
todo.<br />
— ¡ Ma rchémonos!—dijo la abu<strong>el</strong>a.<br />
No dijo ni una palabra hasta la avenida. En la avenida, cuando llegamos<br />
al hot<strong>el</strong>, comenzó a lanzar exc l a m a c i o n e s :<br />
— ¡ Qué imbécil! ¡Qué estúpida! Vieja bestia, que eso es lo que eres, ¡una<br />
vieja bestia!<br />
En cuanto estuvimos en sus habitaciones, dijo a gritos:<br />
—¡Té! Y todo inmediatamente. ¡Nos vamos!<br />
— ¿ Adónde quiere ir, señora? —se aventuró Ma rta a pre g u n t a r.<br />
— ¿ Te importa algo? ¡Métete en tus asuntos! Potapytch, prepara las<br />
maletas. Vo l vemos a Moscú. ¡He perdido quince mil ru b l o s !<br />
— ¿ Quince mil rublos, señora? ¡Dios mío! —exclamó Potapytch enternecido,<br />
dando una palmada, cre yendo sin duda complacer así a su ama.<br />
— ¡ Vamos, vamos, imbécil! ¡Ahora le da por lloriquear! ¡Cállate! ¡Haz los<br />
p re p a r a t i vos! ¡Que me traigan la nota enseguida!<br />
— El primer tren sale a las nueve y media, abu<strong>el</strong>a —dije para calmar su<br />
f u ro r.<br />
—¿Y qué hora es ahora?<br />
—Las siete y media.<br />
— ¡ Qué fastidio! ¡Tanto peor! Alexis Iva n ovitch, no tengo ni un céntimo.<br />
Mira, aquí hay todavía dos billetes Corre abajo a cambiarlos. Si no, ni siquiera<br />
tendré dinero para irme.<br />
Salí. Cuando estuve de re g reso, media hora después, encontré a nuestro s<br />
amigos en la habitación de la abu<strong>el</strong>a. Pa recían más desconcertados aún por<br />
la partida definitiva de la abu<strong>el</strong>a a Moscú que por sus pérdidas en <strong>el</strong> juego. Y,<br />
admitiendo que esta partida salvase su fortuna, ¿qué iba a ser d<strong>el</strong> general?<br />
¿ Quién iba a pagar a Des Grieux? Mademois<strong>el</strong>le Blanche no aguardaría la<br />
http://www.scribd.com/Insurgencia<br />
Page 86