el jugador - texto
el jugador - texto
el jugador - texto
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Page 128<br />
viejo amigo de otro tiempo, entusiasta, int<strong>el</strong>igente y al mismo tiempo cínico.<br />
Solamente los rusos son capaces de poseer tantas contradicciones. Es exacto<br />
que al hombre le gusta ver a su mejor amigo humillado ante él: fre c u e n t emente<br />
la humillación se apoya en la amistad. Es una vieja ve rdad conocida<br />
por todos los int<strong>el</strong>igentes. Pe ro, en este caso, le aseguro que me siento sinceramente<br />
f<strong>el</strong>iz de no haberle encontrado abatido. Dígame, ¿tiene la intención<br />
de renunciar al juego?<br />
— ¡ Oh, al diablo <strong>el</strong> juego! Renunciaría inmediatamente a él si...<br />
— Si ahora recobrase su dinero. Es lo que yo me imaginaba. No siga... lo<br />
sé... Ha dicho usted esto sin re f e x i o n a ... rPor<br />
tanto, ha dicho la ve rdad. Dígame:<br />
a p a rte <strong>el</strong> juego, ¿no se ocupa usted en nada?<br />
— No. . .<br />
Me hizo sufrir un examen. Yo no sabía nada; apenas había hojeado los<br />
periódicos y no había abierto un solo libro durante aqu<strong>el</strong> tiempo.<br />
— Se ha encallecido usted —observó—. No sólo se ha apartado de la vida,<br />
de sus intereses, de los de la sociedad, de sus deberes de hombre y de ciudadano,<br />
de sus amigos (porque usted los tiene); no solamente le ha vu<strong>el</strong>to la<br />
espalda a todo excepto a ganar, sino que se la ha vu<strong>el</strong>to a sus re c u e rdos... Le<br />
re c u e rdo todavía en una época apasionada e intensa de su vida, pero estoy<br />
s e g u ro de que ha olvidado todas sus mejores impresiones de ese período. Su s<br />
sueños, sus deseos no van más allá d<strong>el</strong> p a i ry <strong>el</strong> i m p a i r, d<strong>el</strong> ro u g e, n o i r, las doce<br />
cifras d<strong>el</strong> centro, etcétera. ¡Estoy conve n c i d o !<br />
— Basta, míster Astley, se lo ruego, se lo ruego, no me hable d<strong>el</strong> pasado —<br />
e xclamé disgustado, casi con cólera—. Sepa que no he olvidado nada, pero ,<br />
por un tiempo, he apartado todo esto de mi espíritu, incluso mis re c u e rd o s . . . ,<br />
en espera de que se re s t a b l ezca por completo mi situación... Entonces, ya lo<br />
verá usted, resucitaré a los muert o s .<br />
— Todavía estará usted aquí dentro de diez años —me dijo—. Ap u e s t o<br />
a que le re c o rdaré esto en este mismo banco, si vivo entonces.<br />
— Bueno, basta. —interrumpí con impaciencia— Y para demostrarle que<br />
no soy tan olvidadizo, ¿me permite que le pregunte dónde está ahora miss<br />
Paulina? Si no ha sido usted <strong>el</strong> que ha pagado mis deudas, tiene que haber<br />
sido <strong>el</strong>la, no hay duda. Nunca he tenido noticias de <strong>el</strong>la.<br />
— No, ¡oh, no! No creo que haya sido <strong>el</strong>la la que pagó sus deudas. Ahora<br />
está en Suiza, y me haría usted un gran placer no haciéndome más pre g u n t a s<br />
s o b re miss Paulina —dijo con energía y hasta iracundo.<br />
— ¿ De modo que también a usted le ha hecho mucho daño? —dije echándome<br />
a reír a pesar mío.<br />
http://www.scribd.com/Insurgencia