09.05.2013 Views

el jugador - texto

el jugador - texto

el jugador - texto

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Page 62<br />

En los balnearios, y ve rosímilmente en toda Eu ropa, los gerentes y los m a ît<br />

res d'hôt<strong>el</strong>, cuando asignan una habitación a un cliente, se inspiran menos<br />

en sus exigencias y deseos que en la opinión que se forman de él. Y hay que<br />

reconocer que raras veces se equivocan. Pe ro Dios sabe por qué le asignaro n<br />

a la abu<strong>el</strong>a unas habitaciones tan fastuosas que esta vez se pasaron de la raya:<br />

c u a t ro piezas magníficamente amuebladas con cuarto de baño, dependencias<br />

para la serv i d u m b e, r habitación aparte para la donc<strong>el</strong>la, etc. Une gra n d e - d u c h e s s e<br />

había, efectivamente, ocupado aqu<strong>el</strong>las habitaciones ocho días antes, y, como<br />

es natural, se apre s u r a ron a comunicárs<strong>el</strong>o a los nuevos ocupantes, a fin de<br />

darle mayor valor a los compartimientos. Tr a n s p o rt a on, r o, mejor dicho, hicieron<br />

rodar a la abu<strong>el</strong>a por todas las habitaciones, que <strong>el</strong>la examinó atenta y severamente.<br />

El m a î t re d’ h ô t e l, hombre de cierta edad, de cráneo calvo, la acompañó<br />

cortésmente en este reconocimiento de pro p i e t a r i a .<br />

No sé por quién habrían tomado todos a la abu<strong>el</strong>a. Sin duda, por una persona<br />

de gran distinción y, sobre todo, muy rica. En <strong>el</strong> re g i s t ro escribiero n :<br />

«Madame la Générale, princesse de Ta ra s s e v i t c h e va», aunque la abu<strong>el</strong>a jamás<br />

había sido princesa. Su serv i d u m b re, <strong>el</strong> compartimiento re s e rvado, <strong>el</strong> montón<br />

de paquetes inútiles, de maletas e incluso de baúles que habían acompañado<br />

a la anciana sirv i e ron sin duda de pedestal para su pre s t i g i o. Y <strong>el</strong><br />

sillón, <strong>el</strong> tono cortante y la voz de la abu<strong>el</strong>a, sus preguntas impert i n e n t e s ,<br />

hechas con un aire completamente desenvu<strong>el</strong>to y no soportando la menor<br />

réplica, en resumen, la figura toda de la abu<strong>el</strong>a, erguida, brusca, autoritaria,<br />

a c a b a ron por conquistarle la veneración de todos. Mientras pasaba revista a<br />

su apartamento, la anciana hacía detener bruscamente su sillón, señalaba<br />

algún objeto d<strong>el</strong> mobiliario y hacía inesperadas preguntas al m a î t re, que sonreía<br />

respetuosamente pero que comenzaba ya a temblar. Ella lo interro g a b a<br />

en francés, lengua que hablaba muy mal, de manera que yo había de traducir<br />

con frecuencia lo que decía. Las respuestas d<strong>el</strong> m a î t re no le gustaban en<br />

su mayor parte y le parecían insuficientes. Además, hacía preguntas desprovistas<br />

de sentido e inspiradas en la más exagerada fantasía. Por ejemplo, se<br />

d e t u vo bruscamente ante un cuadro: una copia muy mala de un original céleb<br />

re, de tema mitológico.<br />

— ¿ De quién es ese re t r a t o ?<br />

El m a î t re le respondió que probablemente se trataba d<strong>el</strong> retrato de una<br />

c o n d e s a .<br />

http://www.scribd.com/Insurgencia

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!