el jugador - texto
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Page 129<br />
— Miss Paulina es <strong>el</strong> ser mejor de todos los seres más dignos de estimación,<br />
pero le repito que me pro p o rcionaría usted un gran placer dejando de<br />
hacerme preguntas sobre <strong>el</strong>la. Usted no la ha conocido nunca, y considero<br />
su nombre en sus labios como una ofensa a mi sentido moral.<br />
— ¿ De veras? Se equivoca usted, porque ¿de qué otra cosa puedo hablar<br />
con usted? ¡Piéns<strong>el</strong>o! Todos nuestros re c u e rdos se reducen a esto. No tema<br />
nada, no tengo ninguna intención de conocer su historia íntima. Me intereso<br />
tan sólo, digámoslo así, por la situación exterior de miss Paulina, por las<br />
condiciones externas en que ahora se encuentra. Esto puede decirse en dos<br />
p a l a b r a s .<br />
— Sea, a condición de que después de estas dos palabras no hablemos más<br />
de <strong>el</strong>la. Miss Paulina estuvo mucho tiempo enferma, lo está todavía. Vi v i ó<br />
algún tiempo con mi madre y mi hermana en <strong>el</strong> norte de Inglaterra. Ha c e<br />
seis meses, su abu<strong>el</strong>a (ya re c o rdará usted a aqu<strong>el</strong>la mujer completamente loca)<br />
murió y le dejó siete mil libras. Ahora miss Paulina viaja con la familia de mi<br />
hermana, que se ha casado. El testamento de la abu<strong>el</strong>a asegura igualmente la<br />
s u e rte de su hermanita y de su hermanito, que estudian en Londres. El general,<br />
su padrastro, ha muerto hace un mes en París de un ataque de apoplejía.<br />
Mademois<strong>el</strong>le Blanche lo trató muy bien, pero ha conseguido que pasara<br />
a <strong>el</strong>la todo lo que él recibió de la abu<strong>el</strong>a. Creo que eso es todo.<br />
—¿Y Des Grieux? ¿No viaja también por Su i z a ?<br />
— No, Des Grieux no viaja por Suiza y no sé por dónde anda. Además, le<br />
aconsejo de una vez para siempre que evite este género de alusiones y de vinculaciones<br />
fuera de lugar; si no, tendrá que vérs<strong>el</strong>as conmigo.<br />
—¡Cómo! ¿A pesar de nuestra vieja amistad?<br />
— S í .<br />
—Le pido mil veces perdón, míster Astley. Pe ro permítame: no hay<br />
nada de ofensivo ni fuera de lugar. No acuso de nada a miss Paulina. Ad emás...,<br />
un francés y una señorita rusa, hablando en términos generales, const<br />
i t u yen una vinculación que ni usted ni yo podemos esclarecer ni compre nder<br />
completamente.<br />
— Si usted no asocia <strong>el</strong> nombre de Des Grieux a otro nombre, le exigiré<br />
que me explique lo que entiende por la expresión «un francés y una señorita<br />
rusa». ¿Qué vinculación es ésa? ¿Por qué precisamente un francés y una<br />
señorita ru s a ?<br />
— Ya ve usted como le interesa. Pe ro esto es una larga historia, míster Astley.<br />
Tendría usted que conocer primero muchas cosas. Por lo demás, es un<br />
g r a ve problema, por cómico que parezca a primera vista. El francés, míster<br />
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