el jugador - texto
el jugador - texto
el jugador - texto
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Page 70<br />
— ¡ Vaya! —dijo, molesta, la abu<strong>el</strong>a—. ¿Saldrá de una vez este maldito z é ro?<br />
Que me ahorquen si no me quedo hasta que ese z é ro salga. La culpa la tiene<br />
ese maldito c ro u p i e rde p<strong>el</strong>o rizado. Con él nunca sale. Alexis Iva n ovitch, pon<br />
dos monedas a la vez. Pones tan poco que si sale <strong>el</strong> z é ro no ganarás nada.<br />
— ¡ Ab u e l a !<br />
— Pon, pon. No es tu dinero.<br />
Puse dos federicos. La bola rodó largo rato sobre <strong>el</strong> platillo, y por último<br />
se poso a saltar sobre las casillas. La abu<strong>el</strong>a se estremeció y me apretó <strong>el</strong> brazo ,<br />
y de pro n t o. . .<br />
—Z é ro! —exclamó <strong>el</strong> c ro u p i e r.<br />
—¡Lo ves, lo ves! —dijo la abu<strong>el</strong>a volviéndose vivamente hacia mí—.<br />
! Yo te lo había dicho, ya te lo había dicho! El propio Señor me ha sugerido<br />
que colocara las dos monedas de oro ¿Cuánto me van a dar ahora? ¿Por qué<br />
no pagan? Potapytch, Ma rta... ¿Dónde se han metido? Y los nuestros, ¿dónde<br />
están? ¡Potapytch, Po t a p y t c h !<br />
— Luego, abu<strong>el</strong>a—murmuré—. Potapytch está a la puerta y no le dejarán<br />
entrar. Mi re, abu<strong>el</strong>a, le pagan. Cójalo.<br />
En t re g a ron a la abu<strong>el</strong>a un pesado cartucho con cincuenta federicos, s<strong>el</strong>lados<br />
en un pap<strong>el</strong> azul oscuro, y le entre g a ron otros veinte federicos sin<br />
e n vo l ve r. Con la raqueta acerqué todo esto a la abu<strong>el</strong>a.<br />
—Faites le jeu, Messieurs! Faites le jeu, Messieurs! Rien ne va plus! —dijo <strong>el</strong><br />
c ro u p i e rinvitando a jugar y disponiéndose a lanzar la bolita.<br />
— Se ñ o r, nos hemos re t r a s a d o. Van a empezar enseguida. Pon, pon —dijo<br />
la abu<strong>el</strong>a, agitada—. Pronto, no pierdas tiempo —añadió, fuera de sí, dándome<br />
violentos codazo s .<br />
— Pe ro ¿dónde, abu<strong>el</strong>a?<br />
—¡Al z é ro! ¡Al z é ro! ¡Otra vez al z é ro! Pon lo más que puedas. ¿Cuánto tenemos?<br />
¿Setenta federicos? No vayamos con remilgos y pon veinte de golpe.<br />
— Abu<strong>el</strong>a, sea razonable. A veces está doscientas veces sin salir. Le digo que<br />
va a perder todo su dinero.<br />
— ¡ Tonterías, tonterías! ¡Ponlo en seguida! Sé lo que hago —dijo la abu<strong>el</strong>a,<br />
que temblaba de nerv i o s i s m o.<br />
— El reglamento prohíbe poner más de doce federicos al z é ro. Ya los he<br />
p u e s t o.<br />
—¿Cómo? ¿De veras? Mousié! Mo u s i é !—dijo dando un codazo al c ro up<br />
i e rsentado a su izquierda y que se disponía a lanzar la bolita—. C o m b i e n<br />
z é ro? Do u ze? Do u ze ?<br />
Me apresuré a explicar la pregunta en francés.<br />
http://www.scribd.com/Insurgencia