09.05.2013 Views

el jugador - texto

el jugador - texto

el jugador - texto

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Page 95<br />

hot<strong>el</strong> después de haber tenido una conversación decisiva y misteriosa con<br />

mademois<strong>el</strong>le Blanche. En cuanto a ésta, ya había tomado categóricas medidas<br />

desde por la mañana: despidió definitivamente al general, y ni siquiera lo<br />

toleraba en su presencia. Cuando <strong>el</strong> general corrió tras <strong>el</strong>la al casino y la encontró<br />

d<strong>el</strong> brazo d<strong>el</strong> principito, ni <strong>el</strong>la ni la señora viuda de Cominges lo re c on<br />

o c i e ron. Tampoco <strong>el</strong> principito le saludó. Durante <strong>el</strong> día, mademois<strong>el</strong>le<br />

Blanche sondeó y maniobró de manera que <strong>el</strong> príncipe se le declarase de una<br />

vez. Pe ro, ¡ay!, se engañó cru<strong>el</strong>mente en sus cálculos. Esta pequeña catástro f e<br />

se produjo por la noche. De pronto se supo que <strong>el</strong> principito era pobre como<br />

Job y que contaba con <strong>el</strong>la para pedirle dinero prestado a cambio de un pagaré<br />

para poder jugar a la ruleta. Mademois<strong>el</strong>le Blanche, indignada, lo echó y se<br />

encerró en su habitación.<br />

En la mañana d<strong>el</strong> mismo día fui a ver a míster Astley, o mejor dicho le busqué<br />

durante toda la mañana sin poder encontrarlo. No estaba ni en su hot<strong>el</strong>,<br />

ni en <strong>el</strong> casino, ni en <strong>el</strong> parque. Aqu<strong>el</strong> día no comió en <strong>el</strong> hot<strong>el</strong>. A las cinco<br />

lo vi de pronto que se dirigía desde la estación al Hot<strong>el</strong> de Inglaterra. Te n í a<br />

prisa y parecía muy preocupado, aunque era muy difícil descubrir en su ro st<br />

ro la preocupación o una especie de confusión cualquiera. Me tendió la mano<br />

c o rdialmente, con su exclamación habitual: «¡Ah»!, pero sin detenerse y siguiendo<br />

su camino con pasos más rápidos. Me uní a él, pero supo responderme de<br />

tal manera que no tuve tiempo de pedirle ninguna aclaración. Además, me<br />

causaba un profundo malestar tener que hablar de Paulina. Tampoco él se preocupó<br />

de <strong>el</strong>la. Le conté lo que le había sucedido a la abu<strong>el</strong>a: me escuchó con<br />

g r a vedad y atención y después se encogió de hombro s .<br />

—Lo perderá todo—le indiqué.<br />

— ¡ Oh, sí! —repuso—. Ya había ido a jugar cuando me marché, y estaba<br />

s e g u ro de que perdería. Si tengo tiempo, pasaré por <strong>el</strong> casino para verlo, porque<br />

es curioso. . .<br />

— ¿ Adónde ha ido usted? —dije, sorprendido de no haberle hecho todavía<br />

esta pre g u n t a .<br />

—A Fr a n c f o rt .<br />

— ¿ Por negocios?<br />

— S í .<br />

¿ Qué podía preguntarle más? Seguí caminando a su lado, pero se vo l v i ó<br />

de pronto hacia <strong>el</strong> Hot<strong>el</strong> de las Cu a t ro Estaciones, que se encontraba en <strong>el</strong><br />

camino, me hizo un ademán con la cabeza y desapareció. De re g re s o. llegué<br />

poco a poco a tener una cert i d u m b re: aunque hubiese estado hablando con<br />

él dos horas, nada habría podido saber, porque... ¡no tenía nada que pre-<br />

http://www.scribd.com/Insurgencia

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!