el jugador - texto
el jugador - texto
el jugador - texto
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Page 125<br />
Hace ya veinte meses que no he mirado estas notas. Únicamente hoy, para<br />
distraerme de mi angustia y de mi tristeza, se me ha ocurrido la idea de re l e e r -<br />
las. Había quedado en mi partida para Homburg. ¡Dios mío! Con qué corazón<br />
tan ligero, re l a t i vamente hablando, he escrito estas últimas líneas. Y si no<br />
con corazón ligero, al menos con qué suficiencia, qué inquebrantable esperanza.<br />
¿Dudaba un ápice de mí? Ahora han pasado más de dieciocho<br />
meses, y, a mi juicio, estoy en una situación peor que la de un mendigo. ¿Po r<br />
qué un mendigo? ¡Me río de la mendicidad! Ahora sí que estoy francamente<br />
perd i d o. Por otra parte, esto casi no puede compararse con nada, y no<br />
voy a dárm<strong>el</strong>as de moralista. Nada más absurdo que la moral en un momento<br />
semejante. ¡Oh, la gente satisfecha de sí misma! Con qué vanidosa suficiencia<br />
esos charlatanes están dispuestos a pronunciar sentencias. ¡Si supiesen<br />
de qué modo comprendo la abominación de mi situación actual, no<br />
encontrarían palabras para aleccionarme! ¿Y qué pueden decirme de nuevo<br />
que yo no sepa ya? Naturalmente, se trata de eso. Lo cierto es que... que<br />
una simple vu<strong>el</strong>ta de rueda puede cambiarlo todo, y esos mismos moralistas<br />
serán entonces los primeros (estoy seguro) de f<strong>el</strong>icitarme bromeando amistosamente.<br />
No se apartarían de mí como hacen ahora. Pe ro escupo a toda esa<br />
gente. ¿Qué soy ahora? Un cero. ¿Qué puedo ser mañana? Puedo re s u c i t a r<br />
a los muertos y comenzar a vivir. Puedo descubrir al hombre en mí antes de<br />
que se haya perd i d o.<br />
Realmente, me fui a Homburg, pero... inmediatamente volví a Ro u l e ttenburg,<br />
y a Spa, e incluso a Baden, donde acompañé como ayuda de cámara<br />
al consejero Hi n ze, un miserable que ha sido mi amo aquí. Sí, he sido lacayo<br />
durante cinco meses. Ocurrió esto a poco de salir de la cárc<strong>el</strong>. (Po rque yo<br />
había sido encarc<strong>el</strong>ado por deudas contraídas en Roulettenburg. Un desconocido<br />
pagó por mí. ¿Quién? ¿Míster Astley? ¿Paulina? Lo ignoro, pero mi<br />
deuda fue pagada: doscientos táleros en total, y me dejaron en libert a d . )<br />
¿Dónde podía ir? Fue entonces cuando me puse a trabajar para ese Hi n ze. Es<br />
un muchacho aturdido al que le gusta la vagancia, y yo sé hablar y escribir en<br />
t res idiomas. Al principio, fui algo así como su secretario, por treinta florines<br />
al mes. Pe ro, al final, fui realmente su criado: no estaba en situación de tener<br />
un secretario, y me rebajó <strong>el</strong> su<strong>el</strong>do. Yo no tenía adónde ir, me quedé y así me<br />
c o n ve rtí en lacayo. Mientras estuve a su servicio, ni comía ni bebía, pero ,<br />
en cambio, ahorré setenta florines en diez meses. Una noche, en Baden, le<br />
http://www.scribd.com/Insurgencia