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56 - Revista de Temas Nicaragüenses

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La sociedad <strong>de</strong> Granada acaba <strong>de</strong> sufrir una gran<strong>de</strong> pérdida, <strong>de</strong> esas irreparables que solo no las lloran ni<br />

lamentan quienes no aciertan a precisarlas en toda su magnitud. En la noche <strong>de</strong>l pasado 17 <strong>de</strong> agosto, murió en dicha<br />

ciudad doña Luisa Chamorro <strong>de</strong> Arellano. Quienes tuvimos la especial dicha <strong>de</strong> conocer <strong>de</strong>bidamente sus heroicas<br />

virtu<strong>de</strong>s, vivificadas por el fuego divino <strong>de</strong>l cristianismo, y con fe en el alma vemos más allá <strong>de</strong> esta vida <strong>de</strong> miserias<br />

otra <strong>de</strong> eterna bienaventuranza para los fieles servidores <strong>de</strong>l Señor, apenas po<strong>de</strong>mos entristecernos con su muerte, que<br />

sin duda alguna consi<strong>de</strong>ramos como el fin <strong>de</strong> su <strong>de</strong>stierro en este valle <strong>de</strong> lágrimas y principio <strong>de</strong> su eterna morada en la<br />

patria celestial. La enfermedad que le llevó al sepulcro fue larga y penosísima, permitiéndole así la bondad <strong>de</strong>l Señor<br />

para que, compurgadas aquí en la tierra las penas <strong>de</strong>bidas por sus faltas e imperfecciones, volase lo más pronto posible<br />

al seno <strong>de</strong> su Creador, pues esta hermosa esperanza se <strong>de</strong>jó siempre al ver sus más angustiosos dolores siempre santifi-<br />

cados por su cristiana resignación y paciencia.<br />

Doña Luisa Chamorro —continuaba el obituario—, como mujer llena <strong>de</strong> bendiciones, <strong>de</strong>ja una vasta<br />

familia marcada en todos sus miembros por el sello <strong>de</strong> la fe y <strong>de</strong> la piedad que imprimió la educación que les diera con<br />

los más hermosos ejemplos <strong>de</strong> virtud. El sentimiento católico, verda<strong>de</strong>ramente <strong>de</strong> duelo, presenta el más sentido pésame<br />

a la distinguida familia Arellano, lo mismo que a toda la sociedad granadina. Y dirige al Señor, y pi<strong>de</strong> a sus amables<br />

y piadosos lectores, fervorosas oraciones en sufragio <strong>de</strong>l alma <strong>de</strong> la virtuosa matrona.<br />

7<br />

Faustino Arellano Cabistán, como se dijo, no era hijo <strong>de</strong> doña Luisa, solo <strong>de</strong> don Narciso<br />

con doña Leandra Cabistán. ¿Quién era esta? El mismo cronista <strong>de</strong> la ciudad informa que se trataba<br />

<strong>de</strong> la mayor <strong>de</strong> las tres hermanas Cabistán (las otras se llamaban Antonina y Merce<strong>de</strong>s) y <strong>de</strong> dos<br />

hermanos: Juan y Serapio. Los Cabistán, proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> Cataluña —don<strong>de</strong> se apellidaban Cabista-<br />

ny— se habían establecido en Granada al menos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> principios <strong>de</strong>l siglo XIX. Su principal miem-<br />

bro, Juan Cabistán —nacido en 1821— fue párroco <strong>de</strong> la iglesia <strong>de</strong> La Merced y vivió siempre en la<br />

ciudad, salvo la época <strong>de</strong> sus estudios en Guatemala y en Comayagua, Honduras. Or<strong>de</strong>nado a los 29<br />

años por el doctor y maestro <strong>de</strong> Teología don Francisco <strong>de</strong> Paula Campoy y Pérez, se le recuerda<br />

como excelente jinete: poseía la mejor caballeriza <strong>de</strong> Granada. Murió el 12 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1895.<br />

Serapio Cabistán, su hermano menor, le sobrevivió ocho años y era guapísimo como aquel.<br />

Estuvo 20 veces en Europa y nunca contrajo matrimonio; enloquecido y alcoholizado, pasó rezando<br />

el rosario durante más <strong>de</strong> tres décadas en una finca cerca <strong>de</strong> Diriomo. Hablaba excelente francés.<br />

Merce<strong>de</strong>s Cabistán ingresó a un convento franciscano <strong>de</strong> Guatemala y nunca volvió a su pa-<br />

tria. Antonina procreó dos varones con don Andrés Urtecho, vasco que <strong>de</strong>bió haber nacido alre<strong>de</strong>-<br />

dor <strong>de</strong> 1800 y llegar a Granada antes <strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia: Juan Ignacio e Isidro Urtecho Cabistán.<br />

Y Leandra, en su amantazgo con Narciso, tuvo —a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> Faustino— a Indalecio Arella-<br />

no Cabistán y mantuvo permanente relación amistosa con doña Luisa Chamorro, viuda <strong>de</strong> Arellano.<br />

Seguramente compartió el lecho con don Narciso <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mediados <strong>de</strong> la década <strong>de</strong> los <strong>de</strong>cimonóni-<br />

cos 30. Porque antes <strong>de</strong> 1835 mi tatarabuelo no conocía a Leandra Cabistán: alta, <strong>de</strong> rosado rostro y<br />

ver<strong>de</strong>s ojos centelleantes. Ese año doña Leandra apenas sería veinteañera, pues había nacido diez<br />

años antes que su hermano Juan.<br />

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