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Como se sabe, el 27 <strong>de</strong> noviembre <strong>de</strong> 1828 era fusilado este. Sin los ojos vendados y <strong>de</strong>spués<br />
<strong>de</strong> rezar por su alma, dio la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> fuego. Diez balas horadaron su pecho, la cabeza se inclinó so-<br />
bre el hombro izquierdo, y un soldado —creyendo que aún estaba vivo— le disparó otro tiro sobre<br />
el costado <strong>de</strong>recho.<br />
Al nacer una niña <strong>de</strong> la consumación <strong>de</strong> sus favores, doña Damiana mandó a llamar a un ma-<br />
trimonio Sacasa, que no tenía hijos, y les regaló la niñita diciéndoles que no era hija <strong>de</strong> ella, sino “la<br />
hija <strong>de</strong> la venganza”. Inmediatamente se marchó a Colombia, don<strong>de</strong> volvió a casarse. Doce años<br />
<strong>de</strong>spués informaba al matrimonio Sacasa que por pa<strong>de</strong>cer una enfermedad en los ojos viajaría a los<br />
Estados Unidos para curarse. Como el buque en que iba pasaría por San Juan <strong>de</strong>l Norte, les suplica-<br />
ba que llevaran a su muchachita para conocerla. Rico y generoso, el matrimonio Sacasa cumplió la<br />
petición. La niña estuvo en San Juan <strong>de</strong>l Norte la fecha indicada, pero el día anterior <strong>de</strong>l arribo <strong>de</strong>l<br />
buque al puerto caribeño, doña Damiana había quedado completamente ciega y no pudo ver a su<br />
hija, aunque sí tocarla y hablar con ella.<br />
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De los partidarios <strong>de</strong> Manuel Antonio <strong>de</strong> la Cerda, unos emigraron a Costa Rica, otros se<br />
ocultaron en el país y el resto cayó preso al lado <strong>de</strong>l jefe. Des<strong>de</strong> luego, la villa <strong>de</strong> Rivas se convirtió<br />
en el teatro <strong>de</strong> aquellos acontecimientos, y Argüello no tardó en trasladar allí su gobierno. Poco <strong>de</strong>s-<br />
pués remitieron <strong>de</strong>s<strong>de</strong> León los presos <strong>de</strong> aquellas cárceles, siendo uno solo <strong>de</strong> relevancia política: el<br />
licenciado don Juan Francisco Aguilar. Entre ellos se hallaba un negro jamaiquino llamado Cutani, a<br />
quien persiguieron porque <strong>de</strong>cían que maltrataba, azotándolos, a los argüellistas apresados por su<br />
amo <strong>de</strong> la Cerda. Cutani fue capturado en un monte, castrado y reducido a prisión.<br />
Cuando los presos, siete en total, pasaron por Masaya una mujer —exaltada libre— <strong>de</strong>tuvo la<br />
escolta para pronunciar una arenga. En efecto, vociferó a los mencionados presos cuanto quiso, ins-<br />
tando al pueblo a que vengase en ellos las injurias sangrientas que —<strong>de</strong>cía— habían recibido los libres<br />
<strong>de</strong> sus enemigos los serviles. Tal vez aludía a las <strong>de</strong> Francisco Espinoza, El Desorejador, quien tenía la<br />
incontrolable afición <strong>de</strong> coleccionar orejas <strong>de</strong> los libres como trofeos.<br />
En Granada los presos fueron instruidos en su causa y enviados a la boca <strong>de</strong>l Río San Juan el<br />
25 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1829 porque peligraban sus vidas. Don Narciso se hallaba en Rivas y recibió la co-<br />
municación oficial <strong>de</strong> ese envío hasta el 3 <strong>de</strong> febrero en Granada. Para esa fecha, ya se escuchaba al<br />
pueblo relatar que los presos habían sido eliminados por la escolta en el islote escarpado <strong>de</strong> La Pelo-<br />
na, junto a la costa <strong>de</strong> Chontales, el 28 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1829. Agregaba la versión que los soldados,<br />
ebrios, habían acribillado a los presos que luego arrojaron sujetos los pies a ca<strong>de</strong>nas, al fondo <strong>de</strong>l<br />
lago. Y que todo lo ejecutaron cumpliendo ór<strong>de</strong>nes superiores.<br />
Pronto aparecieron los cadáveres por Tepetate, a escasos kilómetros <strong>de</strong> Granada. La noticia<br />
cundió en la ciudad. Don Narciso confirmó entonces su sospecha, pues antes <strong>de</strong> pasar por Nandai-<br />
me —durante la traslación <strong>de</strong>l gobierno <strong>de</strong> Argüello <strong>de</strong> Rivas a Granada— se había enterado <strong>de</strong>l<br />
horrendo crimen por medio <strong>de</strong> Macario Álvarez, subalterno que iba <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la comitiva. Álvarez<br />
lo recordaría años <strong>de</strong>spués: Juzgando yo <strong>de</strong> gran importancia aquella noticia, me apresuré a comunicarlo al Señor<br />
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