Ana Mendez Ferrell – Regiones de Cautividad - Ondas del Reino
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Ano Mén<strong>de</strong>z <strong>Ferrell</strong>/ 184<br />
edad <strong>de</strong>l runo. <strong>de</strong> sus ojos salía odio y homicidio.<br />
Perjuraba continuamente. Cada vez que el odio salía<br />
<strong>de</strong> su boca, la cueva se llenaba <strong>de</strong> un olor a muerto.<br />
Un líquido maloliente corría por las pare<strong>de</strong>s, era "la<br />
amargura".<br />
Dentro <strong>de</strong> la cueva aparecía continuamente como<br />
en una película, el momento en que el padre lo violó.<br />
Cómo lo golpeaba brutalmente mientras le robaba<br />
su inocencia.<br />
El muchacho gritaba lleno <strong>de</strong> odio hacia la imagen<br />
<strong>de</strong> su padre: iNo creo en Dios! iOjala te mueras!<br />
Empecé a pedirle perdón, como si yo fuera su<br />
papá. Yo también lloraba, tratando <strong>de</strong> convencerlo<br />
que Jesús lo amaba y que lo que había sucedido no<br />
provenía <strong>de</strong> Dios. El gritaba diciendo que el único<br />
que lo amaba era Satanás. Comencé a clamar por<br />
misericordia y a perdonar como sí yo fuera el<br />
muchacho. El vociferaba: "Cállate, cállate me estás<br />
lastimando". Pero cada vez que yo perdonaba, el<br />
alma se iba calmando. Cuando se tranquilizó, le pedí<br />
perdón a él, como siyo fuera su padre. El accedió y lo<br />
pudimos sacar.<br />
Hice lo mismo que en la cueva anterior. Radiamos<br />
la luz <strong>de</strong> Jesús y or<strong>de</strong>namos a los <strong>de</strong>monios que se<br />
fueran. Salieron expelidos al vernos. Vi entonces como<br />
el alma <strong>de</strong>l niñito corría a Jesús y se fundía en él.<br />
Llegamos <strong>de</strong>spués a una tercera cueva.<br />
Encontramos el siguiente fragmento <strong>de</strong>l alma <strong>de</strong>l<br />
joven: El piso era un lodo cenagoso don<strong>de</strong> se movían<br />
un sinnúmero <strong>de</strong> serpientes que lo mordían. De sus<br />
colmillos <strong>de</strong>stilaban odio que inyectaban en el alma<br />
<strong>de</strong>l chico. A cada mordida, el mal<strong>de</strong>cía y perjuraba<br />
sin cesar. Era un continuo tormento. El alma estaba<br />
185 / <strong>Regiones</strong> <strong>de</strong> <strong>Cautividad</strong><br />
toda llagada por las mordidasy éstas supuraban una<br />
hiel hedionda y asquerosa. El alma <strong>de</strong>l muchacho se<br />
retorcía en profundo dolor. Una vez más, al vernos, las<br />
serpientes huyeron y pudimos sacar al joven <strong>de</strong> ese<br />
lugar y reintegrarlo a Jesús.<br />
La última cueva en la que lo encontramos estaba<br />
vacía, no había <strong>de</strong>monios que la custodiaran.<br />
Encogido, como un animalito asustado; el alma <strong>de</strong><br />
muchacho lloraba amargamente. Era tan sólo un<br />
niñito pequeño. Nos acercamos para sacarlo <strong>de</strong> ahí,<br />
pero él no quería salir. Tenía mucho miedo. Le dije<br />
entonces que Jesús lo amaba y que lo quería sacar<br />
<strong>de</strong> ese lugar. Pero él, sollozando, me dijo que él no<br />
quería a Jesús. Que era mentira que Ello amaba. "¡El<br />
no me ama, él no me ama!", <strong>de</strong>cía, tragándose sus<br />
palabras con su llanto. Yo le dije que Jesús me había<br />
enviado para ayudarlo. El ángel lo tomó entonces en<br />
sus brazos y él se acurrucó en su hombro y lo sacó <strong>de</strong><br />
esa cueva. Al salir, se fue convirtiendo en un pequeño<br />
bebé, el cual se unió a Jesús. Entendí que el rechazo<br />
lo había cautivado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el vientre <strong>de</strong> su madre.<br />
El Señor me dio la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> salir <strong>de</strong>l mundo espiritual<br />
y <strong>de</strong> esta manera me ví otra vez en la cueva terrenal<br />
frente al muchacho.<br />
Sus ojos me miraban. Pero ya era otra persona muy<br />
diferente. Estaba lleno <strong>de</strong> ternura. Sus labios se<br />
abrieron y me dijo: iSoy libre!<br />
Le instruí a quitarse los collares <strong>de</strong>l pacto con<br />
Satanás y a renunciar a él y así lo hizo. Recibió a Jesús<br />
en su corazón y lo sacamos <strong>de</strong> aquel lugar, para que<br />
volviera con su madre, quien lo amaba y anhelaba su<br />
retorno.