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UNA SOCIEDAD COMPARTIDA - Portal Mayores

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manera que, incluso las funciones de crianza y de educación de los hijos -funciones<br />

tradicionalmente pertenecientes a la acción directa familiar- se transfieren<br />

en su totalidad a instancias públicas, entre las cuales se encuentra la escuela.<br />

Esta actitud, protestada frecuentemente por los educadores, viene impulsada<br />

en gran medida por la limitación de tiempo de los cónyuges para atender las necesidades<br />

educativas de los hijos, toda vez que se encuentran incorporados ambos,<br />

cada vez con más frecuencia, al mundo laboral productivo. Llama la atención que<br />

la preocupación para armonizar vida laboral y vida familiar basculen casi siempre<br />

del lado de medidas sustitutorias de la familia. Se multiplican las actividades<br />

de entretenimiento de los niños en centros escolares o paraescolares para liberar<br />

a sus progenitores de tiempo que han de dedicar a la producción.<br />

En la misma línea de reflexión hemos de preguntarnos acerca de la repercusión<br />

que tiene en la educación escolar el hecho de la escasez de hijos por familia,<br />

su condición de “hijos deseados” llamados a satisfacer los deseos de felicidad<br />

de los padres e, incluso, su aparición tardía en el matrimonio. En primer<br />

lugar, es manifiesto que esas circunstancias han conducido a convertir al hijo o a<br />

la hija en el centro de atención concentrada y hasta absorbente de los padres. Ello<br />

crea una atmósfera educativa de superprotección, de sobreabundancia de bienes,<br />

de indulgencia normativa. Se puede constatar fácilmente, que ha aumentado de<br />

forma significativa la preocupación de los padres por la repercusión que puedan<br />

tener en el adecuado desarrollo de sus hijos, cualquiera de las decisiones que<br />

ellos o sus educadores profesionales puedan tomar. Tal pre-ocupación no siempre<br />

llega a la ocupación real y comprometida, pero se manifiesta en conductas<br />

ansiosas y angustiadas de progenitores desorientados que, unas veces reivindican<br />

supuestos o reales derechos frente a los profesionales de la enseñanza y otras<br />

demandan ayuda especializada para resolver los problemas de educación de esos<br />

hijos, convertidos en personajes centrales del escenario familiar.<br />

Por otra parte, la frecuente ausencia de interacciones entre iguales en la familia<br />

por la escasez de hermanos, se pretende compensar con una escolarización<br />

cada vez más temprana, donde el niño “aprenda a vivir con los demás”, según<br />

expresión recurrente de los padres que demandan plazas en los jardines de infancia.<br />

Convendría, sin embargo, preguntarse si son equivalentes ambos procesos de<br />

socialización, al ser tan diferente el “ecosistema” en el que se producen.<br />

Asimismo, la frecuente imposibilidad de que un niño pueda competir y compartir<br />

con otros niños en el seno de su familia nuclear juegos, mundos, vida ordinaria,<br />

etc., es sustituida por la ficción de las videoconsolas o la de los audiovi-<br />

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