UNA SOCIEDAD COMPARTIDA - Portal Mayores
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por su naturaleza racional y su contextura individual. Sólo en la medida en que<br />
ese desarrollo se opere adecuadamente, surgirá también, como clara consecuencia,<br />
el desarrollo social al que también se refiere esta intervención.<br />
Es esto lo que nos hace hablar de “educación integral”, es decir, de la necesidad<br />
de facilitar a todos los hombres un desarrollo educativo armónico que tenga<br />
en cuenta todos los rasgos que adornan su personalidad y no sólo uno o algunos<br />
de ellos. De los aspectos fundamentales insertos en el concepto de educación<br />
integral se ha hablado mucho, y no es cosas de repetir aquí una argumentación<br />
que sin duda nos llevaría el tiempo que no tenemos. Bastará sólo recordarlos:<br />
educación física, educación intelectual, educación de la voluntad, educación<br />
moral, educación social, educación estética, educación espiritual. No se trata en<br />
realidad de aspectos separados, que puedan accionarse separadamente los unos<br />
de los otros. Todos están de alguna manera en todos. Una buena educación física<br />
es a la vez, educación intelectual, moral y hasta estética. Lo mismo cabe decir<br />
de cualquiera de las restantes. El desarrollo social, más concretamente, no se consigue<br />
sin un adecuado tratamiento educativo de la salud y de la energía corporal,<br />
de la moral, del sentimiento estético, de la espiritualidad misma.<br />
Sin embargo, con ser absolutamente necesario que las acciones educativas<br />
llevadas a cabo tanto en el seno de la familia como en el ámbito escolar tiendan<br />
a esta “integración” educativa a la que me he referido, el lema de la “educación<br />
integral” ha llevado en ocasiones también a interpretaciones abusivas. Al reducirse<br />
sobre todo la acción educativa familiar, en la que todos esos aspectos son<br />
más fácilmente descubribles y operables, hemos pretendido que sea la escuela la<br />
que se haga cargo de todos ellos cada vez en mayor medida. No sólo eso: hemos<br />
pretendido incluso engordar cada aspecto con nuevos contenidos, como podría<br />
ser el caso de parcelas tales como la educación sexual, educación para el consumo,<br />
educación ciudadana, educación vial, educación para la paz, etc., etc. En realidad,<br />
cada vez que se detecta la existencia de un problema social importante, surgen<br />
las voces que reclaman que sea la escuela la encargada de recogerlo y de procurar<br />
su adecuado tratamiento. Son tantas las cosas que se dejan hoy en manos<br />
de la escuela, que el peligro evidente, ya experimentado, es que la escuela no<br />
haga bien ni siquiera las cosas más elementales que tiene encomendadas, como,<br />
por ejemplo, enseñar a leer y a escribir.<br />
Nos quejamos con razón, en casi todos los países pero muy particularmente<br />
en el nuestro, de lo mucho que nuestras escuelas dejan que desear, de los flaquísimos<br />
resultados que sus alumnos obtienen cuando se evalúan nacional o internacionalmente<br />
sus conocimientos y competencias. Hemos echado sobre las aulas<br />
tal fardo de cometidos que se ha perdido la noción de cuáles de ellos podrían ser<br />
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