La orientación académico-laboral en Educación de Personas

tringir su función sanadora. Después lo enfrenta a
dos campos de gran calado. El primero de ellos lo
constituye la enorme cantidad de situaciones en las
que debe operar, derivadas de circunstancias vitales
amparadas bajo el concepto de educación permanente.
Dichas situaciones, (una verdadera sucesión
de encrucijadas) que pueden tener diversa ín-
La orientación debe ser sistemática y
permanente, además de preventiva y
pluridisciplinar
dole e importancia, ya no serán necesariamente
delicadas, pero sí abundantes. En esa abundancia
y diversidad estriba precisamente la dificultad de
esta orientación mediadora.
El segundo campo lo conforma la información
misma, que es en esta nueva concepción, el instrumento
de trabajo del orientador. El problema de
la información en estas sociedades es el de la desmesurada
cantidad disponible. Los profesionales
(como es el caso) que la utilizan como materia
prima para su trabajo, deben protegerse contra el
exceso de información. Como es sabido, la
sobreinformación genera desinformación, desorientación.
¿Puede un orientador estar desorientado?
Al peligro de la sobreinformación hay que añadir
la dificultad que supone el manejo de la información
que además de abundante y muy diversa,
es muy compleja y por tanto difícil de aprehender.
Como indica SIMONE (2001): Los conocimientos
que utilizamos, incluso en muchos ámbitos de la
vida cotidiana, son inmensamente más complejos
que antes: hacen necesarias sofisticadas cadenas
de pasos (…), se hacen referencia entre sí, están
jerarquizados según árboles complejos,
etcétera. La capacidad de un
inexperto para moverse correctamente
en esta ramificación es inversamente
proporcional a la expansión
de ésta.
La creciente complejidad de las
sociedades modernas genera un
tipo de conocimiento cada vez más
complejo y, lo que es más importante,
un sistema de vida progresivamente
más complicado. Pese a lo
que digan las apariencias, resulta
mucho más difícil desenvolverse en
el mundo actual, cuyos puntos de
referencia se modifican velozmente,
que en anteriores circunstancias so-
ciales, mucho más estáticas. Esa veloz dinámica
del marco de referencia origina necesariamente
una acomodación casi continua de nuestros conocimientos,
hábitos, valores, etc. La enorme dificultad
para llevarla a cabo espontáneamente en
todas las facetas de nuestra vida, nos convierte a
todos en inexpertos en algún (o varios, o muchos)
campo. Para solucionar estas incapacidades debemos
recurrir ineludiblemente a la educación permanente.
Pero ésta contiene y necesita, con mucha
mayor fuerza que en los sistemas estáticos, la
orientación permanente. La orientación permanente
no es puntual, ni se realiza exclusivamente en los
momentos críticos o delicados, no es terapéutica
sino intermediadora, y, por su naturaleza, es esencialmente
preventiva y pluridisciplinar.
En el ámbito concreto de la educación de personas
adultas no ha existido una tradición de
orientación sistemática, llevada a cabo por profesionales
especializados y reconocida por la administración
educativa. Tampoco ha existido dicha
tradición en el sistema educativo dirigido a niños y
jóvenes hasta la implantación de las enseñanzas
derivadas de la Ley Orgánica General del Sistema
Educativo (LOGSE). La implantación de la Educación
Secundaria de Personas Adultas (ESPA) está
suponiendo la aparición institucionalizada de una
orientación de carácter técnico en los centros de
adultos. Con anterioridad ha habido esfuerzos
notables de algunos profesores por sistematizar
una práctica orientadora dirigida a este tipo de
población, con resultados apreciables, pero no
puede hablarse de una generalización de este tipo
de prácticas.
Como casi siempre en este ámbito, esos profesores
se adelantaron a la administración en la
puesta en marcha de acciones y sistemas de orientación.
Lo hicieron probablemente convencidos de
la esencial naturaleza orientadora de la educación
La orientación académico-laboral en E.P.A.
MONOGRÁFICO
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