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HISTORIA DE ROMA desde su fundación. Ab vrbe ... - Historia Antigua

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Libro 4: El creciente poder de la plebe<br />

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[4,1] Los cón<strong>su</strong>les que siguieron fueron Marco Genucio y Cayo Curcio -445 a.C.-. El<br />

año re<strong>su</strong>ltó problemático, tanto en casa como en el extranjero. A comienzos del año,<br />

Cayo Canuleyo, un tribuno de la plebe, presentó una ley relativa al matrimonio entre<br />

patricios y plebeyos. Los patricios consideraban que <strong>su</strong> sangre se contaminaría y se<br />

desfigurarían los derechos de las gens. Entonces los tribunos empezaron a<br />

proclamar que un cón<strong>su</strong>l debía ser elegido de la plebe, y las cosas llegaron tan lejos<br />

que nueve tribunos presentaron una ley para que la plebe tuviese capacidad de<br />

elegir cón<strong>su</strong>les a quien quisiesen, tanto de entre los plebeyos como de entre los<br />

patricios. Los patricios creían que, si esto ocurría, el poder <strong>su</strong>premo no sólo sería<br />

degradado al ser compartido con lo más bajo del pueblo, sino que pasaría<br />

completamente de los hombres más importantes del Estado a manos de la plebe. El<br />

Senado no lamentó, por lo tanto, saber que Ardea se había rebelado como<br />

consecuencia de la injusta decisión sobre el territorio [ver libro 3,72.- N. del T.], que<br />

los Veyentinos habían devastado los distritos de la frontera romana, y que volscos y<br />

ecuos protestaban contra la fortificación de Verrugo; hasta tal punto preferían la<br />

guerra, aunque no se venciese, a una paz ignominiosa. Al recibir esos informes (que<br />

eran un tanto exagerados), el Senado trató de ahogar la voz de los tribunos en el<br />

fragor de tantas guerras, ordenando un alistamiento y que se hicieran los<br />

preparativos para la guerra con todo vigor, más aún, si fuera posible, que durante el<br />

con<strong>su</strong>lado de Tito Quincio. Entonces Cayo Canuleyo se dirigió al Senado con un<br />

discurso breve y airado. Era, dijo, inútil que los cón<strong>su</strong>les esgrimieran las amenazas<br />

con la esperanza de distraer la atención de la plebe de las proposiciones de ley;<br />

mientras él viviese, nunca harían un alistamiento hasta que la plebe hubiese<br />

aprobado las medidas presentadas por él mismo y por <strong>su</strong>s colegas. En el acto<br />

convocó una Asamblea.<br />

[4.2] Los cón<strong>su</strong>les empezaron a apremiar al Senado para tomar medidas contra los<br />

tribunos, y al mismo tiempo los tribunos provocaban agitación contra los cón<strong>su</strong>les.<br />

Los cón<strong>su</strong>les declararon que los procedimientos revolucionarios de los tribunos ya<br />

no serían tolerados, los a<strong>su</strong>ntos habían llegado al punto de crisis y había una guerra<br />

en casa aún más amarga que la del extranjero. Esto no era tanto culpa de la plebe<br />

como del Senado, ni más de los tribunos que de los cón<strong>su</strong>les. Las cosas que más se<br />

desarrollan en un Estado son las que se alientan con recompensas; es así como los<br />

hombres vienen buenos ciudadanos en tiempos de paz y buenos soldados en<br />

tiempos de guerra. En Roma, se conseguían las mayores recompensas mediante las<br />

agitaciones sediciosas, éstas habían <strong>su</strong>puesto siempre honores a la gente, tanto<br />

individualmente como en conjunto. Los presentes deberían reflexionar sobre la<br />

grandeza y la dignidad del Senado, cómo la habían recibido de <strong>su</strong>s padres y<br />

considerar lo que iban a entregar a <strong>su</strong>s hijos, para que pudieran ser capaces de<br />

sentir orgullo al extender y hacer crecer <strong>su</strong> influencia, como la plebe se sentía<br />

orgullosa de las <strong>su</strong>yas. No había ninguna solución definitiva a la vista, ni la habría<br />

mientras a los agitadores se les honrase en proporción al éxito de <strong>su</strong> agitación. ¡Qué<br />

tremendas cuestiones había planteado Cayo Canuleyo! <strong>Ab</strong>ogaba por la confusión de<br />

las gens, manipulándolas con los auspicios, tanto los del Estado como los<br />

individuales, para que nada puro quedase, nada sin contaminación, y en la<br />

desaparición de las distinciones de rango nadie sabría distinguir a <strong>su</strong>s parientes.<br />

¿Qué otro re<strong>su</strong>ltado tendrían los matrimonios mixtos, excepto hacer que las uniones<br />

entre patricios y plebeyos fuesen casi como la asociación promiscua de los<br />

animales? Los hijos de esos matrimonios no sabrían qué sangre corría por <strong>su</strong>s<br />

venas, qué ritos sagrados deberían oficiar; mitad patricios, mitad plebeyos, ni<br />

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