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HISTORIA DE ROMA desde su fundación. Ab vrbe ... - Historia Antigua

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epública el escándalo público que causaban. Se ordenó a los ediles que velasen<br />

para no sólo se adorasen deidades romanas, y sólo en los modos establecidos. Las<br />

hostilidades con los veyentinos fueron pospuestas hasta el año siguiente, cuando<br />

Cayo Servilio Ahala y Lucio Papirio Mugilano fueron cón<strong>su</strong>les -427 a.C.-. Incluso<br />

entonces, la declaración formal de guerra y el envío de tropas se retrasó por motivos<br />

religiosos: se consideró necesario que los feciales [sacerdotes entre cuyas otras<br />

atribuciones se incluía ser garantes de la fe pública.- N. del T.] fuesen enviados<br />

previamente en demanda de satisfacción. Había habido batallas recientes con los<br />

veyentinos en Nomento y Fidenas, y se había pactado una tregua, no una paz<br />

duradera, pero antes que expirase la tregua ellos reanudaron las hostilidades. Los<br />

feciales, sin embargo, fueron enviados, pero cuando presentaron <strong>su</strong>s demandas, de<br />

conformidad con los usos antiguos, se les negó audiencia. Se planteó entonces la<br />

cuestión de si la guerra debía ser declarada por mandato del pueblo o si bastaba<br />

una resolución aprobada por el Senado. Las tribunas amenazaron con impedir el<br />

alistamiento de tropas y lograron obligar al cón<strong>su</strong>l Quincio a remitir la cuestión al<br />

pueblo. Las centurias votaron unánimemente por la guerra. La plebe obtuvo una<br />

victoria añadida al impedir la elección de cón<strong>su</strong>les para el siguiente año.<br />

[4.31] Fueron elegidos cuatro tribunos con<strong>su</strong>lares: Tito Quincio Peno, que había sido<br />

cón<strong>su</strong>l, Cayo Furio, Marco Postumio y Aulo Cornelio Coso -426 a.C.-. Coso, quedó a<br />

cargo de la Ciudad; los otros tres, después de completar el alistamiento, avanzaron<br />

contra Veyes y demostraron cuán inútil es un mando dividido en la guerra. Al insistir<br />

cada uno en <strong>su</strong>s propios planes, teniendo todos opiniones diferentes, dieron al<br />

enemigo <strong>su</strong> oportunidad. Porque mientras el ejército estaba confuso por las<br />

diferentes órdenes, unos dando orden de avanzar y otros ordenando la retirada, los<br />

veyentinos aprovecharon la oportunidad para lanzar un ataque. Desbandándose en<br />

una huida desordenada, los romanos buscaron refugios en <strong>su</strong> campamento, que<br />

estaba cerca; <strong>su</strong>frieron más vergüenza que pérdidas. La república, no acostumbrada<br />

a la derrota, se <strong>su</strong>mió en el dolor; odiaban a los tribunos y exigía un dictador; todas<br />

<strong>su</strong>s esperanzas descansaban en eso. También en este caso se encontró un<br />

impedimento religioso, pues un dictador sólo podía ser nombrado por un cón<strong>su</strong>l. Se<br />

con<strong>su</strong>ltó a los augures, que eliminaron la dificultad. Aulo Cornelio nombró a<br />

Mamerco Emilio como dictador, él mismo fue nombrado por éste jefe de caballería.<br />

Esto demostró la impotencia de la acción de los censores para impedir que a un<br />

miembro de una familia injustamente degradada se le encomendase el poder<br />

<strong>su</strong>premo, cuando las necesidades del Estado exigían auténtico valor y capacidad.<br />

Eufóricos por <strong>su</strong> éxito, los veyentinos mandaron emisarios a los pueblos de Etruria,<br />

jactándose de que tres generales romanos habían sido derrotados por ellos en una<br />

sola batalla. Como, sin embargo, no pudieron inducir al Consejo Nacional a<br />

unírseles, recogieron voluntarios de todos los distritos, atraídos por la perspectiva de<br />

un botín. Solo los fidenenses decidieron tomar parte en la guerra, y como aunque<br />

ellos pensaban que era impío comenzar la guerra de otra manera que con un<br />

crimen, mancharon <strong>su</strong>s armas con la sangre de los nuevos colonos, como habían<br />

hecho anteriormente con la sangre de los embajadores romanos. Luego se unieron a<br />

los veyentinos. Los jefes de los dos pueblos con<strong>su</strong>ltaron si debían tener la base de<br />

operaciones en Veyes o en Fidenas. Fidenas pareció la más adecuada; los<br />

veyentinos, en consecuencia, cruzaron el Tíber y transfirieron la guerra a Fidenas.<br />

Grande fue el terror en Roma. El ejército, desmoralizado por <strong>su</strong> mal desempeño, fue<br />

llamado de Veyes; se estableció un campamento atrincherado frente a la Puerta<br />

Colina, se guarneció la muralla, se cerraron tribunales y tiendas y se ordenó el cese<br />

de todos los negocios en el Foro. Toda la Ciudad adoptó la apariencia de un<br />

campamento.<br />

[4.32] El dictador envió pregoneros por las calles para convocar a los ansiosos<br />

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