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HISTORIA DE ROMA desde su fundación. Ab vrbe ... - Historia Antigua

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nuevo esfuerzo; llamó a los tribunos militares y a los centuriones principales por <strong>su</strong> nombre para que se le<br />

unieran en la renovación del combate. Lanzaron nuevamente el grito de guerra y empujaron hacia delante,<br />

y donde quiera que avanzaban veían más y más desmoralización entre el enemigo. La caballería estaba<br />

ahora a la vista de los de delante, y Cornelio, volviéndose a <strong>su</strong> manípulos, les señaló lo mejor que pudo<br />

por voces y gestos de las manos que reconocía los estandartes y parmas de <strong>su</strong> propia caballería. Tan<br />

pronto les vieron y oyeron, olvidando las fatigas y trabajos que habían <strong>su</strong>frido durante casi un día,<br />

olvidando <strong>su</strong>s heridas y tan ansiosos como si acabasen de salir frescos de <strong>su</strong> campamento tras recibir la<br />

señal para la batalla, se arrojaron sobre el enemigo. Los samnitas ya no pudieron resistir contra la terrible<br />

aparición de la caballería detrás de ellos y la poderosa carga de la infantería al frente. Un gran número fue<br />

muerto en medio de las dos y otros lo fueron durante la huida. La infantería se encargó de los que se<br />

vieron cercados y permanecieron en <strong>su</strong>s puestos, la caballería masacró a los fugitivos; entre los muertos<br />

se encontraba <strong>su</strong> comandante en jefe.<br />

Esta batalla quebró por completo la resistencia, al punto que en todos <strong>su</strong>s consejos se pidió la paz. No<br />

podía, dijeron, sorprender que no tuvieran éxito en <strong>su</strong> desgraciada guerra, llevada a cabo en desafío a las<br />

condiciones del tratado y donde los dioses estuvieron más justamente indignados contra ellos que los<br />

hombres. Esa guerra tendría que ser expiada, y expiada a un gran costo. La única cuestión era si deberían<br />

pagar el castigo sacrificando a los pocos que eran culpables o derramando la sangre inocente de todos.<br />

Algunos,incluso, llegaron tan lejos como para nombrar a los instigadores de la guerra. Un nombre,<br />

especialmente, fue unánimemente denunciado, el de Brútulo Papio. Era este un aristócrata y tenía gran<br />

influencia, y había la menor duda de que fue él quien provocó la violación de la reciente tregua. Los<br />

pretores se vieron obligados a presentar un decreto, que el Consejo aprobó, ordenando que Brútulo Papio<br />

debía ser entregado y que todos los prisioneros y el botín capturado a los romanos se enviase con él a<br />

Roma y, además, que la reparación que los feciales habían exigido de conformidad con los extremos del<br />

tratado, debían satisfacerse conforme exigían el derecho y la justicia. Brútulo escapó a la ignominia y al<br />

castigo que le esperaban mediante el <strong>su</strong>icidio, pero el decreto se cumplió; los feciales fueron enviados a<br />

Roma con el cuerpo muerto y todos <strong>su</strong>s bienes se entregaron con él. Nada de esto, sin embargo, fue<br />

aceptado por los romanos más allá de los prisioneros y las cosas que de entre los despojos fueron<br />

identificadas por <strong>su</strong>s propietarios; por lo que hacía a todo lo demás, la entrega fue infructuosa. El Senado<br />

decretó un triunfo para el dictador.<br />

[8.40] Algunos autores afirman que esta guerra fue conducida por los cón<strong>su</strong>les y que fueron ellos los que<br />

celebraron el triunfo sobre los samnitas y, además, que Fabio invadió Apulia y trajo grandes cantidades de<br />

despojos. No hay discrepancia en cuanto a que Aulo Cornelio haya sido dictador ese año; la única duda es<br />

si fue designado para dirigir la guerra, o si, debido a la grave enfermedad de Lucio Plaucio, el pretor, fue<br />

designado para dar la señal para el inicio de las carreras de carros y, tras cumplir esta no muy notable<br />

función, dimitió de <strong>su</strong> cargo. Es difícil decidir qué relato o qué autor preferir. Creo que la verdadera<br />

historia ha sido falsificada por las oraciones fúnebres y las inscripciones falsas en las imágenes familiares,<br />

pues cada familia se apropia para sí misma de un imaginario relato de actos nobles y distinciones<br />

oficiales. Es, en todo caso, por este motivo que se ha introducido tanta confusión en los registros de las<br />

carreras privadas y de los <strong>su</strong>cesos públicos. No hay escritor de aquellos tiempos que fuera contemporáneo<br />

a los hechos que relata y en cuya autoridad, por tanto, se pueda confiar.<br />

Fin del libro 8.<br />

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