HISTORIA DE ROMA desde su fundación. Ab vrbe ... - Historia Antigua
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estado de motín, llegando a <strong>su</strong> fin el dominio de Roma. En esta confianza corrían<br />
hacia las puertas, les lanzaban epítetos oprobiosos y casi llegaron a asaltar el<br />
campamento. Naturalmente, los romanos no pudieron tolerar esos in<strong>su</strong>ltos más<br />
tiempo y fueron <strong>desde</strong> todas partes del campamento a ver a los cón<strong>su</strong>les; no<br />
hicieron <strong>su</strong>s peticiones a través de los centuriones principales, como antes, sino en<br />
medio de un gran griterío. Los ánimos estaban maduros, pero todavía los cón<strong>su</strong>les<br />
se retraían. Por fin, Cneo Manlio, temeroso de que la creciente agitación provocase<br />
un motín, cedió, y Fabio, después de ordenar que tocasen las trompetas para<br />
imponer silencio, se dirigió a <strong>su</strong> colega así: "Yo sé, Cneo Manlio, que estos hombres<br />
pueden vencer; y no es sino por <strong>su</strong> culpa que yo no <strong>su</strong>piese si deseaban hacerlo.<br />
Por tanto, se ha decidido y determinado no dar la señal para el combate a menos<br />
que juren que saldrán victoriosos de esta batalla. Un cón<strong>su</strong>l romano fue ya una vez<br />
fue engañado por <strong>su</strong>s soldados, pero no podrán engañar a los dioses". Entre los<br />
centuriones principales que habían pedido ser llevados a la batalla estaba Marco<br />
Flavoleyo. "Marco Fabio," dijo, "Volveré victorioso de la batalla." Invocó la ira del<br />
padre Júpiter, de Marte Gradivus [el que precede o guía al ejército en combate.- N.<br />
del T.] y de otros dioses si él rompía <strong>su</strong> juramento. Todo el ejército repitió el<br />
juramento, hombre por hombre, después de él. Cuando hubieron jurado, se dio la<br />
señal, tomaron <strong>su</strong>s armas y entraron en acción, furiosos de rabia y seguros de la<br />
victoria. Les dijeron a los etruscos que se atrevieran a seguir con <strong>su</strong>s in<strong>su</strong>ltos, a ver<br />
si estaban igual de dispuestos a enfrentarse a ellos con las armas como lo estaban<br />
para hacerlo con <strong>su</strong>s lenguas Todos, patricios y plebeyos por igual, demostraron un<br />
notable valor ese día, el nombre Fabio se cubrió especialmente de gloria. Habían<br />
decidido recuperar, en esta batalla, la estima del pueblo, que habían perdido tras<br />
muchas contiendas políticas.<br />
[2.46] Se formó la línea de batalla; ni los veyentinos ni las legiones etruscas<br />
rechazaron el combate. Estaban casi seguros de que los romanos no serían más<br />
combativos que contra los ecuos, y aún pensaban que podría <strong>su</strong>cederles algo<br />
todavía más grave considerando el estado de irritación en que estaban y la doble<br />
oportunidad que ahora se les presentaba. Las cosas tomaron un rumbo muy<br />
diferente, pues en ninguna otra guerra anterior los romanos habían entrado en<br />
acción con determinación más severa, tan excitados estaban por los in<strong>su</strong>ltos del<br />
enemigo y las tácticas dilatorias de los cón<strong>su</strong>les. Los etruscos apenas habían tenido<br />
tiempo para formar <strong>su</strong>s filas cuando, tras que las jabalinas hubieran sido arrojadas<br />
desordenadamente en vez de con regularidad, los guerreros entraron al cuerpo a<br />
cuerpo con las espadas, la clase más desesperada de lucha. Entre los más<br />
destacados estuvieron los Fabios, que dieron un espléndido ejemplo a seguir a <strong>su</strong>s<br />
compatriotas. Quinto Fabio (el que había sido cón<strong>su</strong>l dos años antes) cargó, ajeno al<br />
peligro, contra la masa Veyentina, y mientras estaba combatiendo con un gran<br />
número de enemigos, un toscano de fuerza enorme y espléndidamente armado<br />
hundió <strong>su</strong> espada en el pecho, y al sacarla Fabio cayó sobre la herida. Ambos<br />
ejércitos acusaron la caída de este hombre, y los romanos comenzaron a ceder<br />
terreno, entonces Marco Fabio, el cón<strong>su</strong>l, saltando por encima del cuerpo caído y<br />
sosteniendo <strong>su</strong> escudo, les gritó, "¿Es esto lo que jurásteis, soldados, que volverías<br />
huyendo al campamento? ¿Teméis más a este enemigo cobarde que a Júpiter y<br />
Marte, por quienes jurásteis? Yo, que no he jurado, volveré victorioso, o caeré<br />
luchando por tí, Quinto Fabio. " Luego, Cesón Fabio, el cón<strong>su</strong>l del año anterior dijo al<br />
cón<strong>su</strong>l, "¿Con estas palabras, hermano, crees que les harás luchar? Los dioses, por<br />
los que juraron, lo harán; nuestro deber como jefes, si queremos ser dignos del<br />
nombre Fabio, es encender el coraje de nuestros soldados con el combate en lugar<br />
de con arengas". Así los dos Fabios se abalanzaron con <strong>su</strong>s lanzas en ristre y<br />
arrastraron con ellos a toda la línea.<br />
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