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Parte 1 El credo - año de la fe

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CAPÍTULO XVI<br />

EL PRIMER MANDAMIENTO DE DIOS<br />

Nuestro primer <strong>de</strong>ber<br />

<strong>El</strong> supremo <strong>de</strong>stino <strong>de</strong>l hombre es dar honor y gloria a Dios. Para esto fuimos hechos. Cualquier otro<br />

motivo para crearnos hubiera sido indigno <strong>de</strong> Dios. Es, pues, correcto <strong>de</strong>cir que Dios nos ha hecho<br />

para ser eternamente <strong>fe</strong>lices con <strong>El</strong>. Pero nuestra <strong>fe</strong>licidad es una razón secundaria <strong>de</strong> nuestro<br />

existir; es <strong>la</strong> consecuencia <strong>de</strong> cumplir el fin primario al que hemos sido <strong>de</strong>stinados: glorificar a Dios.<br />

No es sorpren<strong>de</strong>nte, por lo tanto, que el primero <strong>de</strong> los Diez Mandamientos nos recuer<strong>de</strong> esta<br />

obligación. «Yo soy el Señor tu Dios», escribió Dios en <strong>la</strong>s tab<strong>la</strong>s <strong>de</strong> piedra <strong>de</strong> Moisés, «no tendrás<br />

dioses extr<strong>año</strong>s ante Mí». Esta es una forma resumida <strong>de</strong>l primer mandamiento. Según aparece en<br />

el libro <strong>de</strong>l Éxodo, en el Viejo Testamento (capítulo XX, versículo 2 a 6), el primer mandamien-<br />

to es mucho más <strong>la</strong>rgo: «Yo soy Yahvé, tu Dios, que te ha sacado <strong>de</strong> <strong>la</strong> tierra <strong>de</strong> Egipto, <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

casa <strong>de</strong> <strong>la</strong> servidumbre. No tendrás otro Dios que a mí. No te harás esculturas ni imagen alguna<br />

<strong>de</strong> lo que hay en lo alto <strong>de</strong> los cielos, ni <strong>de</strong> lo que hay abajo sobre <strong>la</strong> tierra, ni <strong>de</strong> lo que hay en<br />

<strong>la</strong>s aguas <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> <strong>la</strong> tierra. No te postrarás ante el<strong>la</strong>s y no <strong>la</strong>s servirás, porque Yo soy Yahvé, tu<br />

Dios, un Dios celoso, que castiga en los hijos <strong>la</strong>s iniquida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los padres hasta <strong>la</strong> tercera y cuarta<br />

generación <strong>de</strong> los que me odian, y hago misericordia hasta mil generaciones <strong>de</strong> los que me aman<br />

y guardan mis mandamientos.»<br />

Este es el primer mandamiento en su forma completa. Pue<strong>de</strong> ser <strong>de</strong> interés seña<strong>la</strong>r aquí que los<br />

mandamientos, según los dio Dios, no están c<strong>la</strong>ramente numerados <strong>de</strong>l uno al diez. Su disposición<br />

en diez divisiones, para ayudar a memorizarlos, es cosa <strong>de</strong> los hombres. Antes que <strong>la</strong> invención<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> imprenta tendiera a normalizar <strong>la</strong>s cosas, los mandamientos se numeraban unas veces <strong>de</strong><br />

una manera, y otras veces <strong>de</strong> otra. A menudo el primer <strong>la</strong>rgo mandamiento se dividía en dos:<br />

«Yo soy el Señor, tu Dios..., no tendrás otros dioses ante mí», era el primer mandamiento. <strong>El</strong><br />

segundo era: «No te harás esculturas ni imagen alguna... no te postrarás ante el<strong>la</strong>s y no <strong>la</strong>s servirás.»<br />

Después, para mantener justo el número <strong>de</strong> diez, los dos últimos mandamientos, «No <strong>de</strong>searás <strong>la</strong><br />

mujer <strong>de</strong> tu prójimo... ni nada <strong>de</strong> cuanto le pertenece», se combinaron en uno solo. Cuando Martín<br />

Lutero originó <strong>la</strong> primera con<strong>fe</strong>sión protestante, escogió este sistema <strong>de</strong> numeración. <strong>El</strong> otro sistema,<br />

tan familiar para nosotros, se hizo común en <strong>la</strong> Iglesia Católica. Esta circunstancia hizo que, para<br />

muchos protestantes, nuestro segundo mandamiento sea su tercero, nuestro tercero su cuarto y así<br />

sucesivamente. En un catecismo protestante es el séptimo mandamiento y no el sexto el que prohíbe<br />

el adulterio. En ambos casos, los mandamientos son los mismos, no hay más que distintos sistemas<br />

<strong>de</strong> numeración.<br />

Ya hemos mencionado que el número <strong>de</strong> diez no es más que una ayuda mnemotécnica. Vale <strong>la</strong><br />

pena recordar que los mandamientos en sí son también ayudas que Dios proporciona a <strong>la</strong> me-<br />

moria, al margen <strong>de</strong> su sistema <strong>de</strong> numeración. En el monte Sinaí, Dios -a excepción <strong>de</strong>

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