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verda<strong>de</strong>ro so<strong>la</strong>mente mientras continúa siendo útil. Esta filosofía se l<strong>la</strong>ma pragmatismo.<br />
Es muy difícil dialogar sobre <strong>la</strong> verdad con un pragmático, porque ha socavado el terreno<br />
bajo tus pies al negar <strong>la</strong> existencia <strong>de</strong> verdad alguna real y absoluta. Todo lo que un<br />
creyente pue<strong>de</strong> hacer por él es rezar y <strong>de</strong>mostrarle con una vida cristiana auténtica que el<br />
cristianismo «funciona».<br />
Quizá nos hayamos <strong>de</strong>sviado un poco <strong>de</strong> nuestro tema principal, es <strong>de</strong>cir, que no hay<br />
iglesia que pueda c<strong>la</strong>mar ser <strong>de</strong> Cristo si todos sus miembros no creen <strong>la</strong>s mismas<br />
verda<strong>de</strong>s, ya que esas verda<strong>de</strong>s son <strong>de</strong> Dios, eternamente inmutables, <strong>la</strong>s mismas para<br />
todos los pueblos. Sabemos que en <strong>la</strong> Iglesia Católica todos creemos <strong>la</strong>s mismas<br />
verda<strong>de</strong>s. Obispos, sacerdotes o párvulos; americanos, franceses y japoneses; b<strong>la</strong>ncos o<br />
negros; cada católico, esté don<strong>de</strong> esté, quiere <strong>de</strong>cir exactamente lo mismo cuando recita<br />
el Credo <strong>de</strong> los Apóstoles.<br />
No sólo estamos unidos por lo que creemos, también porque todos estamos bajo <strong>la</strong><br />
misma autoridad. Jesucristo <strong>de</strong>signó a San Pedro pastor supremo <strong>de</strong> su reb<strong>año</strong>, y tomó<br />
<strong>la</strong>s medidas para que los sucesores <strong>de</strong>l Apóstol hasta el fin <strong>de</strong> los tiempos fueran cabeza<br />
<strong>de</strong> su Iglesia y custodios <strong>de</strong> sus verda<strong>de</strong>s. La lealtad al Obispo <strong>de</strong> Roma, a quien<br />
l<strong>la</strong>mamos cariñosamente el Santo Padre, será siempre el obligado centro <strong>de</strong> nuestra<br />
unidad y prueba <strong>de</strong> nuestra asociación a <strong>la</strong> Iglesia <strong>de</strong> Cristo: «¡Don<strong>de</strong> está Pedro allí está<br />
<strong>la</strong> Iglesia!».<br />
Estamos unidos también en el culto como ninguna otra iglesia. Tenemos un solo altar,<br />
sobre el que Jesucristo renueva todos los días su ofrecimiento en <strong>la</strong> cruz. Sólo un católico<br />
pue<strong>de</strong> dar <strong>la</strong> vuelta al mundo sabiendo que, don<strong>de</strong>quiera que vaya -África o India,<br />
Alemania o Sudamérica- se encontrará en casa <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vista religioso. En<br />
todas partes <strong>la</strong> misma Misa, en todas partes los mismos siete sacramentos.<br />
Una <strong>fe</strong>, una cabeza, un culto. Esta es <strong>la</strong> unidad por <strong>la</strong> que Cristo oró, <strong>la</strong> unidad que señaló<br />
como una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s notas que i<strong>de</strong>ntificarían perpetuamente a su Iglesia. Es una unidad que<br />
sólo pue<strong>de</strong> ser encontrada en <strong>la</strong> Iglesia Católica.<br />
Santa y Católica<br />
Los argumentos más fuertes contra <strong>la</strong> Iglesia Católica son <strong>la</strong>s vidas <strong>de</strong> los católicos malos<br />
y <strong>de</strong> los católicos <strong>la</strong>xos. Si preguntáramos a un católico tibio, «¿Da lo mismo una iglesia<br />
que otra?», seguramente nos contestaría indignado, «¡C<strong>la</strong>ro que no! Sólo hay una Iglesia<br />
verda<strong>de</strong>ra, <strong>la</strong> Iglesia Católica». Y poco <strong>de</strong>spués quedaría como un mentiroso ante sus<br />
amigos acatólicos al contar los mismos chistes inmorales, al emborracharse en <strong>la</strong>s<br />
mismas reuniones, al intercambiar con ellos murmuraciones maliciosas, al comprar los<br />
mismos anticonceptivos e incluso quizá siendo un poco más <strong>de</strong>saprensivo que ellos en<br />
sus prácticas <strong>de</strong> negocios o en su actuación política.<br />
Sabemos que estos hombres y mujeres son minoría, aunque el hecho <strong>de</strong> que exista uno<br />
solo ya sería excesivo. Sabemos también que no pue<strong>de</strong> sorpren<strong>de</strong>rnos que en <strong>la</strong> Iglesia<br />
<strong>de</strong> Cristo haya miembros indignos. <strong>El</strong> mismo Jesús comparó su Iglesia a <strong>la</strong> red que<br />
recoge tanto malos peces como buenos (Mt 13,47-50); al campo en que <strong>la</strong> cizaña crece<br />
entre el trigo (Mt 13,24-30); a <strong>la</strong> fiesta <strong>de</strong> bodas en que uno <strong>de</strong> los invitados no lleva<br />
vestido nupcial (Mt 22,11-14).<br />
Habrá siempre pecadores. Hasta el final <strong>de</strong>l camino serán <strong>la</strong> cruz que Jesucristo <strong>de</strong>be<br />
llevar en el hombro <strong>de</strong> su Cuerpo Místico. Y, sin embargo, Jesús señaló <strong>la</strong> santidad como<br />
una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s notas distintivas <strong>de</strong> su Iglesia. «Por sus frutos los conoceréis», dijo, «¿Por<br />
ventura se recogen racimos <strong>de</strong> los espinos o higos <strong>de</strong> los abrojos? Todo árbol bueno da<br />
buenos frutos y todo árbol malo da frutos malos» (Mt 7,16-17).