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actúan como instrumentos <strong>de</strong> Dios en <strong>la</strong> formación <strong>de</strong> un nuevo cuerpo humano,<br />
poniéndose <strong>El</strong> mismo en cierta manera a su disposición para crear el alma inmortal <strong>de</strong> ese<br />
minúsculo cuerpo que, bajo Dios, su amor conforma.<br />
Así es el sexo, así es el matrimonio. Al ser obra <strong>de</strong> Dios, el sexo es, por naturaleza, bueno,<br />
santo, sagrado. No es algo malo, no es una cosa torpe y sórdida. Lo sexual se hace malo<br />
y turbio so<strong>la</strong>mente cuando se arranca <strong>de</strong>l marco divino <strong>de</strong> <strong>la</strong> paternidad potencial y <strong>de</strong>l<br />
matrimonio. <strong>El</strong> po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> procrear y los órganos genitales no llevan el estigma <strong>de</strong>l mal: ése<br />
lo marca <strong>la</strong> voluntad pervertida cuando los <strong>de</strong>svía <strong>de</strong> su fin, cuando los usa como mero<br />
instrumento <strong>de</strong> p<strong>la</strong>cer y gratificación, como un borracho que se atiborrara <strong>de</strong> cerveza,<br />
bebiéndose<strong>la</strong> en un cáliz consagrado para el altar.<br />
<strong>El</strong> ejercicio <strong>de</strong> <strong>la</strong> facultad <strong>de</strong> procrear por los esposos (únicos a quienes pertenece este<br />
ejercicio) no es pecado; tampoco lo es buscar y gozar el p<strong>la</strong>cer <strong>de</strong>l abrazo marital. Por el<br />
contrario, Dios ha dado un gran p<strong>la</strong>cer físico a este acto para asegurar <strong>la</strong> perpetuación<br />
<strong>de</strong>l género humano. Si no surgiera ese impulso <strong>de</strong>l <strong>de</strong>seo físico ni hubiera <strong>la</strong> gratificación<br />
<strong>de</strong>l p<strong>la</strong>cer inmediato, los esposos podrían mostrarse reacios a usar <strong>de</strong> esa facultad dada<br />
por Dios al tener que afrontar <strong>la</strong>s cargas <strong>de</strong> una posible paternidad. <strong>El</strong> mandamiento divino<br />
«creced y multiplicaos» pudiera frustrarse. Al ser un p<strong>la</strong>cer dado por Dios, gozar <strong>de</strong> él no<br />
es pecado para el esposo y <strong>la</strong> esposa, siempre que no se excluya <strong>de</strong> él voluntariamente el<br />
fin divino.<br />
Pero, para mucha gente -y en alguna ocasión para <strong>la</strong> mayoría- ese p<strong>la</strong>cer dado por Dios pue<strong>de</strong><br />
hacerse piedra <strong>de</strong> tropiezo. A causa <strong>de</strong>l pecado original, el control per<strong>fe</strong>cto <strong>de</strong>l cuerpo y sus<br />
<strong>de</strong>seos que <strong>de</strong>bía ejercer <strong>la</strong> razón está gravemente <strong>de</strong>bilitado. Bajo el impulso acuciante <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />
carne rebel<strong>de</strong>, surge un ansia <strong>de</strong> p<strong>la</strong>cer sexual que prescin<strong>de</strong> <strong>de</strong> los fines <strong>de</strong> Dios y <strong>de</strong> sus estrictas<br />
limitaciones (<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l matrimonio cristiano) para el acto sexual. En otras pa<strong>la</strong>bras, somos tentados<br />
contra <strong>la</strong> virtud <strong>de</strong> <strong>la</strong> castidad.<br />
Esta virtud es <strong>la</strong> que Dios nos pi<strong>de</strong> en el sexto y noveno mandamientos: «No cometerás adulterio» y<br />
«No <strong>de</strong>searás <strong>la</strong> mujer <strong>de</strong> tu prójimo». Recor<strong>de</strong>mos que se nos ha dado una lista <strong>de</strong><br />
mandamientos como ayuda a <strong>la</strong> memoria: unos casilleros en que c<strong>la</strong>sificar los distintos <strong>de</strong>beres<br />
hacia Dios. Cada mandamiento menciona específicamente sólo uno <strong>de</strong> los pecados más graves contra<br />
<strong>la</strong> virtud a practicar («No matarás», «No hurtarás»), y que bajo ese encabezamiento se<br />
agrupan todos los pecados y todos los <strong>de</strong>beres <strong>de</strong> simi<strong>la</strong>r naturaleza. Así, no sólo es pecado matar,<br />
también lo es pelear y odiar; no sólo es pecado hurtar, también lo es dañar <strong>la</strong> propiedad ajena o<br />
<strong>de</strong>fraudar. De igual modo, no sólo es pecado cometer adulterio -el trato carnal cuando uno<br />
(o los dos) participantes están casados con terceras personas-, es también pecado cometer<br />
fornicación -el trato carnal entre dos personas solteras-; es pecado permitirse cualquier acción<br />
<strong>de</strong>liberada, como tocarse uno mismo o tocar a otro con el propósito <strong>de</strong> <strong>de</strong>spertar el apetito sexual<br />
fuera <strong>de</strong>l matrimonio. No sólo es pecado <strong>de</strong>sear <strong>la</strong> mujer <strong>de</strong>l prójimo, también lo es mantener<br />
pensamientos o <strong>de</strong>seos <strong>de</strong>shonestos hacia cualquier persona.