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Parte 1 El credo - año de la fe

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ueno. La satisfacción <strong>de</strong> Cristo no arrebata <strong>la</strong> libertad <strong>de</strong> <strong>la</strong> voluntad humana. Si hemos<br />

<strong>de</strong> po<strong>de</strong>r probar nuestro amor a Dios por <strong>la</strong> obediencia, tenemos que conservar <strong>la</strong> libertad<br />

<strong>de</strong> elección que esa obediencia requiere.<br />

A<strong>de</strong>más <strong>de</strong>l pecado original, bajo cuya sombra todos nacemos, hemos <strong>de</strong> enfrentarnos<br />

con otra c<strong>la</strong>se <strong>de</strong> pecado: el que nosotros mismos cometemos. Este pecado, que no<br />

heredamos <strong>de</strong> Adán, sino que es nuestro, se l<strong>la</strong>ma «actual». <strong>El</strong> pecado actual pue<strong>de</strong> ser<br />

mortal o venial, según su grado <strong>de</strong> malicia.<br />

Sabemos que hay grados <strong>de</strong> gravedad en <strong>la</strong> <strong>de</strong>sobediencia. Un hijo que <strong>de</strong>sobe<strong>de</strong>ce a<br />

sus padres en pequeñeces o comete con ellos in<strong>de</strong>lica<strong>de</strong>zas, no es que carezca<br />

necesariamente <strong>de</strong> amor a ellos. Su amor pue<strong>de</strong> ser menos per<strong>fe</strong>cto, pero existe. Sin<br />

embargo, si este hijo les <strong>de</strong>sobe<strong>de</strong>ciera <strong>de</strong>liberadamente en asuntos <strong>de</strong> grave<br />

importancia, en cosas que les hirieran y apenaran gravemente, habría buenos motivos<br />

para concluir que no les ama. O, por lo menos, sacaríamos <strong>la</strong> conclusión <strong>de</strong> que se ama a<br />

sí mismo más que a ellos.<br />

Lo mismo ocurre en nuestras re<strong>la</strong>ciones con Dios. Si le <strong>de</strong>sobe<strong>de</strong>cemos en materias <strong>de</strong><br />

menor importancia, esto no implica necesariamente que neguemos a Dios en nuestro<br />

amor. Tal acto <strong>de</strong> <strong>de</strong>sobediencia en que <strong>la</strong> materia no es grave, es el pecado venial. Por<br />

ejemplo, si <strong>de</strong>cimos una mentira que no daña a nadie: «¿Dón<strong>de</strong> estuviste anoche?». «En<br />

el cine», cuando en realidad me quedé en casa viendo <strong>la</strong> televisión, sería un pecado<br />

venial.<br />

Incluso en materia grave mi pecado pue<strong>de</strong> ser venial por ignorancia o falta <strong>de</strong><br />

consentimiento pleno.<br />

Por ejemplo, es pecado mortal mentir bajo juramento. Pero si yo pienso que el perjurio es<br />

pecado venial, y lo cometo, para mí sería pecado venial. O si jurara falsamente porque el<br />

interrogador me cogió por sorpresa y me sobresaltó (falta <strong>de</strong> reflexión suficiente), o<br />

porque el miedo a <strong>la</strong>s consecuencias disminuyó mi libertad <strong>de</strong> elección (falta <strong>de</strong><br />

consentimiento pleno), también sería pecado venial.<br />

En todos estos casos po<strong>de</strong>mos ver que falta <strong>la</strong> malicia <strong>de</strong> un rechazo <strong>de</strong> Dios consciente<br />

y <strong>de</strong>liberado. En ninguno resulta evi<strong>de</strong>nte <strong>la</strong> ausencia <strong>de</strong> amor a Dios.<br />

Estos pecados se l<strong>la</strong>man «veniales» <strong>de</strong>l <strong>la</strong>tín «venia», que significa «perdón». Dios<br />

perdona prontamente los pecados veniales aun sin el sacramento <strong>de</strong> <strong>la</strong> Penitencia; un<br />

sincero acto <strong>de</strong> contrición y propósito <strong>de</strong> enmienda bastan para su perdón.<br />

Pero esto no implica que el pecado venial sea <strong>de</strong> poca importancia. Cualquier pecado es,<br />

al menos, un fallo parcial en el amor, un acto <strong>de</strong> ingratitud hacia Dios, que tanto nos ama.<br />

En toda <strong>la</strong> creación no hay mal mayor que un pecado venial, a excepción <strong>de</strong>l pecado<br />

mortal. <strong>El</strong> pecado venial<br />

no es, <strong>de</strong> ningún modo, una <strong>de</strong>bilidad inocua. Cada uno <strong>de</strong> ellos trae un castigo aquí o en<br />

el purgatorio. Cada pecado venial disminuye un poco el amor a Dios en nuestro corazón y<br />

<strong>de</strong>bilita nuestra resistencia a <strong>la</strong>s tentaciones.<br />

Por numerosos que sean los pecados veniales, <strong>la</strong> simple multiplicación <strong>de</strong> los mismos,<br />

aun cuando sean muchos, nunca acaban sumando un pecado mortal, porque el número<br />

no cambia <strong>la</strong> especie <strong>de</strong>l pecado, aunque por acumu<strong>la</strong>ción <strong>de</strong> materia <strong>de</strong> muchos<br />

pecados veniales sí podría llegar a ser mortal; en cualquier caso, su <strong>de</strong>scuido habitual<br />

abre <strong>la</strong> puerta a éste. Si vamos diciendo «sí» a pequeñas infi<strong>de</strong>lida<strong>de</strong>s, acabaremos<br />

diciendo «sí» a <strong>la</strong> tentación gran<strong>de</strong> cuando ésta se presente. Para' el que ame a Dios<br />

sinceramente, su propósito habitual será evitar todo pecado <strong>de</strong>liberado, sea éste venial o<br />

mortal.<br />

También es conveniente seña<strong>la</strong>r que igual que un pecado objetivamente mortal pue<strong>de</strong> ser<br />

venial subjetivamente, <strong>de</strong>bido a especiales condiciones <strong>de</strong> ignorancia o falta <strong>de</strong> plena<br />

advertencia, un pecado que, a primera vista, parece venial, pue<strong>de</strong> hacerse mortal en<br />

circunstancias especiales.

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