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permita unos escarceos cariñosos, que, para el<strong>la</strong>, no serán más que un rato romántico a <strong>la</strong><br />
luz <strong>de</strong> <strong>la</strong>. luna, . mientras para su joven compañero serán ocasión <strong>de</strong> pecado mortal. En <strong>la</strong><br />
misma línea <strong>de</strong> ignorante inocencia, una mujer pue<strong>de</strong> atentar contra <strong>la</strong> mo<strong>de</strong>stia en el<br />
vestir sin intención, simplemente por juzgar <strong>la</strong> fuerza <strong>de</strong> los instintos sexuales masculinos por<br />
los propios.<br />
En nuestra cultura contemporánea hay dos puntos débiles que rec<strong>la</strong>man nuestra atención al<br />
hab<strong>la</strong>r <strong>de</strong> <strong>la</strong> virtud <strong>de</strong> <strong>la</strong> castidad. Uno es <strong>la</strong> práctica -cada vez más extendida- <strong>de</strong> salir<br />
habitualmente «pandil<strong>la</strong>s» <strong>de</strong> chicos y chicas. Incluso en los primeros <strong>año</strong>s <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />
enseñanza media se forman parejas que acostumbran a salir juntos regu<strong>la</strong>rmente, a<br />
cambiarse regalitos, a estudiar y divertirse juntos. Estos emparejamientos prolongados (salir<br />
frecuentemente con <strong>la</strong> misma persona <strong>de</strong>l sexo contrario por períodos <strong>de</strong> tiempo<br />
consi<strong>de</strong>rables) son siempre un peligro para <strong>la</strong> pureza. Para aquellos en edad suficiente<br />
para contraer matrimonio, ese peligro está justificado; un razonable noviazgo es necesario<br />
para encontrar el compañero idóneo en el matrimonio. Pero para los adolescentes que aún<br />
no están en disposición <strong>de</strong> casarse, esa constante compañía es pecado, porque proporciona<br />
ocasiones <strong>de</strong> pecado injustificadas, unas ocasiones que algunos padres «bobos» incluso<br />
fomentan, pensando que esa re<strong>la</strong>ción es algo que tiene «gracia».<br />
Otra forma <strong>de</strong> compañía constante que, por su propia naturaleza, es pecaminosa es <strong>la</strong> <strong>de</strong><br />
entrevistarse con personas separadas o divorciadas. Una cita con un divorciado (o una<br />
divorciada) pue<strong>de</strong> bastar para que el corazón se apegue, y fácilmente acabar en un<br />
pecado <strong>de</strong> adulterio o, peor aún, en una vida <strong>de</strong> permanente adulterio o en un matrimonio<br />
fuera <strong>de</strong> <strong>la</strong> Iglesia.<br />
A veces, en momentos <strong>de</strong> grave tentación, po<strong>de</strong>mos pensar que este don maravilloso <strong>de</strong><br />
procrear que Dios nos ha dado es una bendición con objeciones. En momentos así<br />
tenemos que recordar dos cosas: Antes que nada, que no hay virtud auténtica ni bondad verda<strong>de</strong>ra<br />
sin esfuerzo. Una persona que jamás sufriera tentaciones no podría l<strong>la</strong>marse virtuosa en el sentido<br />
ordinario (no en el teológico) <strong>de</strong> <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra. Dios pue<strong>de</strong>, por supuesto, conce<strong>de</strong>r a alguien un<br />
grado excelso <strong>de</strong> virtud sin <strong>la</strong> prueba <strong>de</strong> <strong>la</strong> tentación, como en el caso <strong>de</strong> Nuestra Madre Santa María.<br />
Pero lo normal es que precisamente por sus victorias sobre fuertes tentaciones una persona se<br />
haga virtuosa y adquiera méritos para el cielo.<br />
También <strong>de</strong>bemos recordar que cuanto mayor sea <strong>la</strong> tentación, mayor será <strong>la</strong> gracia que Dios nos<br />
dé, si se <strong>la</strong> pedimos, <strong>la</strong> aceptamos y ponemos lo que está en nuestra mano. Dios jamás permite que<br />
seamos tentados por encima <strong>de</strong> nuestra fuerza <strong>de</strong> resistencia (con su gracia). Nadie pue<strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>cir «Pequé porque no pu<strong>de</strong> resistir». Lo que está en nuestra mano es, c<strong>la</strong>ro está, evitar los<br />
peligros innecesarios; ser constantes en <strong>la</strong> oración, especialmente en nuestros momentos <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>bilidad; frecuentar <strong>la</strong> Misa y <strong>la</strong> Sagrada Comunión; tener una profunda y sincera <strong>de</strong>voción a<br />
María, Madre Purísima.