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Libro conmemorativo - Fundación Abbott

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dado muchos besos para que vuelva con nosotros. Le he prometido que voy a<br />

ser buena siempre, pero no ha servido de nada. Pedro también está enfadado,<br />

pero menos que yo. ¿Pero sabes una cosa? Yo tampoco la quiero.<br />

MARTES 18 de septiembre de 2012<br />

Hoy cumplo veintinueve años, y haciendo memoria no sé por qué he recordado<br />

ese diario que me regalaron mis padres hace tanto tiempo que parece otra<br />

vida. Te he leído llorando casi desde la primera línea, y al acabar he decidido<br />

completar aquello que empecé, porque no podía dejar plasmado en estas líneas<br />

un pensamiento tan equivocado sobre la persona que me dio la vida y que<br />

demostró amarme sobre todas las cosas.<br />

A mamá le diagnosticaron Alzheimer cuando tan solo tenía cuarenta y tres<br />

años; algo excepcional pero posible, y le tocó a ella. En ese momento yo no<br />

podía entender lo que significaba esa enfermedad, lo sola y desesperada que<br />

se encontraría, y el dolor inmenso que pudo llegar a sentir al admitir que jamás<br />

podría vernos crecer, ni ayudarnos, ni amarnos como habría deseado. Ahora sé<br />

que la idea de marcharse a una residencia supuso para ella la decisión más dura<br />

y difícil que una madre podría tomar, y que su miedo por hacernos daño era superior<br />

a la esperanza egoísta de vernos cada día. Porque sabía que poco a poco,<br />

por mucho sufrimiento que aquello le causara, dejaría de ser ella, y nosotros<br />

no nos merecíamos eso. Nos amaba más que a nada en el mundo, y solo con el<br />

paso del tiempo lo he llegado a comprender. Mamá murió ocho años después<br />

de que el Alzheimer se apoderara de su cuerpo, cuando ya no nos reconocía en<br />

absoluto, aunque en realidad nos había dejado mucho antes.<br />

Mi madre fue la persona más buena y generosa del mundo; sacrificó los pocos<br />

momentos de vida consciente que le quedaban por nosotros, y lamentablemente<br />

jamás se lo podré agradecer. Ahora, leyendo lo que escribí entonces<br />

desde un punto de vista infantil e ignorante y viendo algunas de aquellas fotos<br />

que María afortunadamente nos obligó a hacernos los últimos días con mamá<br />

en casa, recuerdo tantas cosas de ella que sé que nunca la olvidaré, que estará<br />

eternamente dentro de mí, y que nada es comparable al amor que incondicionalmente<br />

nos entregó.<br />

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