Libro conmemorativo - Fundación Abbott
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La Vi(u)da de los Caballos<br />
Ginés Mulero Caparrós<br />
P<br />
or mucho que corramos, es cierto –comprobado–, siempre<br />
habrá un frío existencial que va un metro por delante, que<br />
nos saca una cabeza, tal vez una quijada de muerte. Adelina<br />
López se ha preparado un té bien caliente sobre el hornillo, ha esperado<br />
que hierva a fuego fuerte, mientras le rondaba por la pista ovalada<br />
de la mente esa frase tan inquietante. Como el armazón de un<br />
cuento, el esqueleto del caballo salvaje va dando vueltas controladas<br />
en cierta medida hasta conformar de organismos, músculos, nervios,<br />
arterias, piel y sentimientos, nuestra narración. La viuda nos inspira.<br />
Escancia el líquido desde el cazo abollado hasta un vaso amplio que<br />
parece forjado con agua cristalina de manantial. El espacio alto del<br />
vaso ancho, el que no ocupa la infusión, milagrosamente no se ha enturbiado<br />
por el calor, es tan transparente que un místico, en un momento<br />
de inspiración, lo describiría como sagrado, sin ser para tanto.<br />
La cocina está a medio ordenar, el fregadero lleno: con las migas de<br />
la tarta de arándanos y moras de la noche anterior, con los platos<br />
y cubiertos del mediodía anterior, con las tazas nocturnas… Sobre<br />
la enorme mesa de formica hay desperdigados ampulosos álbumes<br />
familiares de fotografías –toda una vida– y una carta del Centro Médico,<br />
con los resultados de la última exploración; la carta que acaba<br />
de dejar el itinerante cartero preside la anarquía y los recuerdos concentrados<br />
en aquel campo de batalla, como un capitán amenazante.<br />
Afuera, las crines de un viento suave patrulla distraído a oleadas rítmicas<br />
de negra-corchea mientras cadenciosas repican las contraventanas<br />
unidas a la fachada de enredaderas con unas alcayatas oxidadas.<br />
Adelina descorre las cortinas blanquísimas de punto que tejió su<br />
abuela y deja entrar la luz, entre diáfana y azulona. Las nubes están<br />
altas despejando una atmósfera henchida de claridad reverberante:<br />
en días como hoy se pueden ver los Pirineos, con sus crestas nevadas,<br />
con su inaprensible majestuosidad…<br />
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