Libro conmemorativo - Fundación Abbott
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Esther caminó un poco insegura, se acercó a Martín y se sentó en la banca a su<br />
lado sin decir nada, mirando a los alumnos de años superiores correr y gritar<br />
en el campo deportivo de la escuela. El entrenador miraba a su equipo atentamente,<br />
arbitrando el juego de práctica, de espaldas a los dos. El ovalado balón<br />
salió despedido al ser soltado por un jugador tacleado, giró irregularmente<br />
rebotando hasta detenerse a unos dos metros de la banca.<br />
Martín sintió que su corazón latía con fuerza, con determinación se puso de<br />
pie y caminó lo más rápido que pudo hacia el balón. Un jugador ya estaba<br />
corriendo hacia él, pero Martín llegó primero, lo levantó con las dos manos y<br />
girando el torso lo meció hacia atrás a la altura de su cintura, y con un rápido<br />
movimiento de sus brazos lo tiró hacia la cancha. El balón giró en el suelo<br />
dando saltos y recorrió unos pocos metros con lentitud. Todos los jugadores<br />
rieron ante el débil y torpe pase de Martín, que se quedó congelado en su lugar,<br />
mirando a Carlos, que le dirigió una mirada de desprecio mientras recogía<br />
el balón con una mano y con un mínimo esfuerzo hacía un pase hacia sus compañeros<br />
en la cancha. Martín bajó la cabeza y caminó rendido y avergonzado<br />
hacia la banca, Esther sintió que se le partía el corazón.<br />
–No les hagas caso, Martín; ellos tampoco podían hacer pases largos cuando<br />
eran menores. –Le dijo intentando consolarlo. Él continuó mirando fijamente<br />
a los jugadores, sin mirarla ni contestarla. No quería hablar de ello, no quería<br />
la compasión ni la lástima de nadie. Pasaron varios minutos sentados sin hablar;<br />
la madre de Martín siempre llegaba media hora más tarde de la salida,<br />
por su trabajo.<br />
–Deberías intentarlo… Hacer algún deporte. –Martín giró la cabeza y la miró<br />
con rabia. Esther se asustó al ver su rostro de ira.<br />
–¿Acaso no vio lo que acaba de pasar? –le preguntó furioso.– Casi no puedo caminar.<br />
¡Nunca voy a poder jugar un deporte! ¡Nunca voy a ser normal! –le gritó<br />
al sentir una mezcla de impotencia, rabia, vergüenza y tristeza mezcladas en su<br />
interior. Luego suspiró con fuerza para calmarse, siguió mirando el partido con<br />
la respiración agitada y sus ojos húmedos, intentando no llorar.<br />
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