Libro conmemorativo - Fundación Abbott
Libro conmemorativo - Fundación Abbott
Libro conmemorativo - Fundación Abbott
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
fuerza. Sorprendentemente, a pesar del incremento de curaciones no todos<br />
las interpretaban como una buena señal. Algunos de mis compañeros empezaron<br />
a señalarme con el dedo como si fuera un embaucador o un pariente<br />
del Anticristo, y parte de la población local empezó a evitarnos. Esta rumorología<br />
debió inquietar al Obispado, porque se ordenó mi regreso inmediato.<br />
Pero yo ya sabía cómo aprovechar mi Don, y no iba a consentir que nadie<br />
volviera a encerrarme en ninguna mazmorra por su causa. Lo pondría a disposición<br />
de los que más dolor sufren para intentar mitigarlo. Podría presumir de<br />
que me impulsó el sentido del deber, mi generosidad y bla bla bla, pero sinceramente,<br />
creo que pesó más en mi decisión el hecho de rebelarme contra el<br />
Superyó henchido de vergüenza, nula autoestima y miedo que había erigido<br />
mi padre en mi mente, por lo menos al principio. Mi padre me hizo sufrir inútilmente<br />
para enterrar mi Don. Pues ahora yo lo sacaría a la luz precisamente<br />
para paliar el sufrimiento. Chincha.<br />
No tardé en desvincularme del seminario, porque limitaría mis posibilidades<br />
(vale, también lo dejé porque ingresar en él había sido idea paterna). Luego<br />
me puse en contacto discretamente con médicos de renombre para que<br />
valoraran de qué forma podría ser de más ayuda. Ninguno de ellos daba crédito<br />
a mis palabras hasta que hacíamos la prueba, como el apóstol Tomás,<br />
que necesitó introducir la mano en el costado abierto de Cristo para creer<br />
en su resurrección. Yo se las embutía hasta las entrañas. Entonces sus dudas<br />
se disipaban mucho más rápido que sus rictus de dolor. Así dio comienzo mi<br />
intensa colaboración con el mundo de la medicina. La única condición que<br />
puse fue que nadie revelara mi identidad. Deseaba mantener el anonimato<br />
para no tropezarme con inquisidores como mi padre. Es de justicia destacar<br />
que nunca busqué fama, honores o beneficio económico, a pesar de que mi<br />
Don podría haberme hecho millonario: ¿Qué me habría ofrecido la industria<br />
farmacéutica? ¿O ricachones hipocondríacos? ¿O David Copperfield? Gracias<br />
a Dios, siempre conseguí resistir semejantes tentaciones y escabullirme del<br />
acoso del poder. Supongo que en parte debo agradecérselo a mi padre: me<br />
habituó a ocultarme.<br />
91