manual del aprendiz mason ii - Valdemar.com.mx
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Pero el cáliz no puede alejarse, ya que debe ser apurado hasta la última gota. El contacto con la<br />
realidad exterior no puede evitarse, y en este contacto debe demostrarse prácticamente el valor de<br />
sus adquisiciones ideales y su firmeza en la Verdad en la cual se ha establecido: la realidad exterior<br />
debe ser transmutada por la simple influencia silenciosa de su íntima conciencia, fija en la visión de<br />
una Realidad de orden superior o trascendente.<br />
En otras palabras, el iniciado que ha sido purificado por los tres elementos debe haberse convertido<br />
y obrar <strong>com</strong>o un verdadero filósofo, y por ende, ser la piedra filosofal que todo lo transmuta por la<br />
simple influencia de su presencia, con su actitud interior. Así pues, lejos de evitar y alejar de sí la<br />
poción amarga que le es ofrecida por la ignorancia de los hombres, debe llevarla a los labios<br />
serenamente, <strong>com</strong>o si fuera la más dulce y confortable de las bebidas. Entonces es cuando se<br />
cumple el milagro: la amargura se convierte en dulzura, y la visión espiritual triunfa sobre las<br />
sombras de la ilusión que se desvanecen.<br />
LA SANGRE<br />
Antes de sellar definitivamente, por medio de un solemne juramento, la admisión <strong>del</strong> recipiendario<br />
en la Orden, se acostumbra someterlo a algunas pruebas que demuestren su fuerza de ánimo, y su<br />
rectitud y firmeza de propósitos.<br />
Una de estas pruebas es la sangría; se le dice que, <strong>com</strong>o la Sociedad de la cual anhela formar parte<br />
le podrá pedir que vierta su sangre hasta la última gota, para la defensa de esa Causa Sagrada o de la<br />
vida de sus hermanos, tiene que dar la prueba de estar dispuesto para ello, firmando con su sangre<br />
su juramento.<br />
Este argumento de la sangre nos recuerda muchas religiones antiguas que dan un singular valor a la<br />
firma hecha con la misma, de manera que el pacto signado con ella no puede romperse ni aún con la<br />
muerte. Entre otros, citamos el Fausto, de Goethe, donde Mefistófeles le pide a Fausto sellar con su<br />
sangre el trágico pacto por el cual se obliga a servirlo, a cambio de su alma. Y habiéndole<br />
preguntado éste por qué razón quería que dicho pacto fuera firmado con sangre, le contesta<br />
Mefistófeles enigmáticamente que la sangre es un jugo de virtud particular.<br />
Efectivamente, la sangre es la expresión orgánica más directa de la vida individual, o <strong>del</strong> Ego de la<br />
persona y por ende de lo que hay en nosotros de más propio y genuino. La permanencia de la vida<br />
en el organismo está caracterizada por el estado de fluidez de la sangre, que circula y anima todas<br />
las partes <strong>del</strong> cuerpo, cesando la vida cuando la sangre deja de circular; y así puede considerarse<br />
cuando se coagula.<br />
El hecho de “estar dispuesto a firmar con la sangre” el juramento masónico significa, pues, que uno<br />
debe estar dispuesto a adherirse con todo su ser, y de una manera permanente e inviolable, a los<br />
Principios e Ideales de la Orden, haciendo de los mismos carne de su carne, sangre de su sangre y<br />
vida de su vida.<br />
Así pues, la calidad de masón, que se confiere simbólicamente con la iniciación, y que<br />
individualmente se adquiere realizando o haciendo efectiva dicha iniciación, debe considerarse<br />
<strong>com</strong>o permanente e imborrable: su transitoriedad no probaría sino el hecho de que nunca ha sido<br />
efectiva. En otras palabras, no puede uno “ser y dejar de ser” masón a voluntad, sino que, una vez<br />
que se ha hecho verdaderamente tal, lo será para siempre; quien cree poder cesar de considerarse<br />
masón es porque nunca lo ha sido, en el sentido iniciático de la palabra, a pesar de que haya podido