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manual del aprendiz mason ii - Valdemar.com.mx

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El significado particular de la Palabra Sagrada <strong>del</strong> Aprendiz es: “EN ÉL LA FUERZA”. Esto quiere<br />

decir que el Aprendiz reconoce por medio de la palabra sagrada, o sea el Verbo Divino en él, que<br />

la fuerza verdadera no se halla en el exterior, en el mundo de los efectos, sino interiormente, en la<br />

Realidad que constituye el Principio Inmanente y Trascendente de todo lo existente.<br />

Esta transformación <strong>com</strong>pleta <strong>del</strong> punto de vista de la conciencia –que distingue al iniciado <strong>del</strong><br />

profano- no puede ser sino el coronamiento y la consecuencia de su iniciación: es preciso, pues,<br />

ingresar interiormente en la percepción de la Realidad, para reconocer que la Fuerza está en ella, y<br />

no en las cosas aparentes que vemos, estableciéndonos firmemente en este reconocimiento<br />

fundamental, <strong>com</strong>o columna <strong>del</strong> simbólico Templo que levantamos y basando sobre este<br />

reconocimiento íntimo y secreto todas nuestras acciones.<br />

El análisis de la Palabra, en las tres letras hebraicas de que se <strong>com</strong>pone, nos da una guía para<br />

realizar el sentido profundo que toman las tres letras en su <strong>com</strong>binación.<br />

La primera letra se refiere, <strong>com</strong>o es evidente, al cuerpo físico y al mundo objetivo que constituyen<br />

la morada o habitación <strong>del</strong> hombre. Estudiando la primera letra, el hombre aprende a conocer la<br />

realidad exterior y el mundo de los efectos, y meditando sobre la íntima esencia de esto llegará a<br />

reconocer la realidad interior que se esconde tras esta apariencia, representada por la segunda letra<br />

que tiene que ser individualmente encontrada o descubierta.<br />

Esta representa la conciencia o mundo interior que cada uno de nosotros halla en sí mismo, el<br />

Mundo Mental, en el cual se expresa individualmente el Ser, produciendo así la causa de todo<br />

efecto visible. El descubrimiento o reconocimiento individual de esta segunda letra pone al iniciado<br />

en aptitud para <strong>com</strong>unicársele o recibir la tercera.<br />

El significado de esta última debe relacionarse con lo que ya hemos visto hablando <strong>del</strong> simbólico<br />

instrumento, <strong>del</strong> cual la misma letra nos presenta admirablemente la forma. Se refiere a las<br />

posibilidades <strong>del</strong> Mundo Divino o Trascendente que se encuentran en el hombre en estado latente, y<br />

que pueden manifestarse <strong>com</strong>o un rayo, o <strong>com</strong>o el brillo de una espada, ante el ojo de nuestra<br />

conciencia, que constituye el punto central o eje de nuestro propio mundo interior, “la luz que<br />

ilumina la morada <strong>del</strong> hombre”.<br />

RESTITUCIÓN DE LOS METALES<br />

La ceremonia iniciática finaliza en el mismo punto en que tuvo su principio: habiéndose hecho<br />

sentar al recién iniciado en el lugar que le corresponde, es decir, en el primer puesto al Oriente de la<br />

Columna <strong>del</strong> Norte, para que pueda proceder de allí en el simbólico camino que, en sentido inverso<br />

a la dirección de sus viajes, le hará realizar en la Logia su progreso masónico; después de la<br />

proclamación y <strong>del</strong> reconocimiento de todos sus hermanos, se le restituyen los metales,<br />

cuidadosamente guardados, de los cuales había sido despojado al entrar en el cuarto de reflexión.<br />

Es claro que la restitución tiene también un significado simbólico: después de haber aprendido a<br />

pensar por sí mismo, con el esfuerzo alegórico de los tres viajes; después de haber visto la luz y<br />

recibido la Palabra de la Verdad, puede recibir nuevamente las posesiones intelectuales y materiales<br />

de que antes tuvo que despojarse para poder emprender el Camino de la Verdad.<br />

Ahora tiene el deber de hacer de las mismas aquel uso sabio para el cual solamente se le restituye su<br />

posesión, pues todo indistintamente nos ha sido dado y se nos da para su uso. No existe posesión de<br />

ningún género que podamos retener para siempre: ni nuestras propias creaciones intelectuales, ni<br />

tampoco los átomos de que se <strong>com</strong>pone nuestro cuerpo, que están sujetos a un cambio incesante.

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