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manual del aprendiz mason ii - Valdemar.com.mx

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Esa misma escuadra debe apoyarse, según nos lo indica el signo de Aprendiz, sobre la garganta,<br />

para medir todas nuestras palabras, de conformidad con nuestros ideales y sentimientos más<br />

elevados, rechazando todas aquellas que no se conformen con esa medida, de manera que nunca se<br />

hagan ellas portavoces de nuestras tendencias más bajas y negativas, de nuestros errores y juicios<br />

superficiales, de nuestros resentimientos y pasiones mezquinas, o <strong>del</strong> dominio que la ilusión puede<br />

tener todavía sobre nosotros. Debemos, asimismo, evitar toda crítica que no sea realmente<br />

constructiva, y sobre todo nos permitirnos ninguna expresión que no sea inspirada por una<br />

verdadera benevolencia.<br />

El dominio de las palabras es más fácil que el de los pensamientos, y, en la medida de la sinceridad<br />

individual, tiende a producirlo. Pero este último es, naturalmente, el más importante dado que<br />

nuestras palabras no pueden expresar sino aquello que “se encuentra en nuestro corazón”. De aquí<br />

cómo a la selección de las palabras deberá seguir la de los pensamientos, según lo indica, <strong>com</strong>o<br />

veremos, el signo <strong>del</strong> Compañero.<br />

De la misma manera, según dominemos nuestras palabras y pensamientos, nos será posible dominar<br />

también nuestras acciones. Y así llegaremos al tercer punto: obrar bien, o sea acertadamente, y en<br />

nivel con las leyes morales de equidad y justicia que gobiernan las relaciones armónicas entre los<br />

hombres, y en aplomo con nuestros mismos principios, ideales y aspiraciones. Este es, pues, el<br />

signo con el cual se hace universalmente conocer y reconocer el Masón.<br />

EL TOQUE<br />

También el toque tiene un sentido profundo, de lo que no se dan cuenta la mayoría de los <strong>mason</strong>es,<br />

dado que significa, de una manera general, la capacidad de reconocer la cualidad real que se<br />

esconde bajo la apariencia exterior de una persona, y, por lo tanto, implica un grado de<br />

discernimiento proporcionado al grado de <strong>com</strong>prensión que hemos individualmente alcanzado.<br />

Mientras el hombre profano al conocimiento de la Verdad (que se consigue por medio de la<br />

iniciación) basa sus juicios y sus apreciaciones sobre consideraciones puramente exteriores, el<br />

iniciado se esfuerza en verlo todo a la Luz de lo Real y juzga de una manera bien distinta, por haber<br />

adquirido, en un grado proporcionado al de su iniciación, la facultad de ver las cualidades reales,<br />

íntimas y profundas de las cosas.<br />

En vez de quedarse en la superficie, en la máscara que constituye la personalidad, o sea la parte<br />

más superficial e ilusoria <strong>del</strong> hombre, se esfuerza en ver su individualidad, o la expresión<br />

individualizada <strong>del</strong> Principio Divino en él, que constituye su Espíritu, el Hombre-Real, Eterno e<br />

Inmortal.<br />

Los golpecitos son los toques simbólicos con los cuales la cualidad de masón vibrará en respuesta<br />

natural y espontáneamente manifestándose <strong>com</strong>o tal. Este reconocimiento prepara el abrazo<br />

fraternal en el cual se <strong>com</strong>unica la Palabra, o sea el Verbo y el Ideal más elevado que se halla<br />

presente en sus corazones y que esconden celosamente para el mundo profano de la crítica y de la<br />

malevolencia, las “malas hierbas” que sofocarían e impedirían el crecimiento de esos preciosos<br />

gérmenes espirituales.<br />

Cada golpe es un esfuerzo para penetrar debajo de la piel, o sea bajo la ilusión de la apariencia,<br />

hasta encontrar el Ser Real; es la búsqueda individual, para descubrir el Misterio Final dentro de<br />

uno mismo y de todas las cosas en las tres etapas que representan las palabras evangélicas: Buscad

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