2012 completo - Revista CONAREC
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368 | Claudio E. Pensa<br />
cos y diastólicos, y con ellos todo lo que lleve a su variación, tanto en<br />
profundidad, como borramiento. Es el caso del taponamiento cardíaco<br />
que rápidamente aplana los senos, y principalmente “amputa”<br />
el seno X, con lo que lleva a entender la ausencia de variación en<br />
la presión de la aurícula derecha, por impedimento en el vaciamiento<br />
del VD (ausencia de fenómeno sistólico por compresión grave).<br />
Debemos recordar que los fallos graves de VD están asociados a altas<br />
presiones de aurícula derecha (>15-18 mmHg), caída signifi cativa<br />
del lleno ventricular izquierdo y fi nalmente bajo volumen minuto.<br />
Recordar que con presiones de lleno inferiores a 15 mmHg, y necesidad<br />
de expansión; la misma debe ser controlada evitando “sobredistensión”<br />
de la cámara y mayor estrés parietal (evitar edema de pared ventricular).<br />
Por supuesto, cada vez que expandimos debemos observar una<br />
respuesta clínica asociada a gasto cariaco. La expansión a “ciegas”<br />
no es correcta.<br />
No será infrecuente la necesidad de indicar diuréticos, para facilitar<br />
la diuresis y eventualmente el balance negativo de líquidos. Luego<br />
de procedimientos prolongados bajo CEC, ya sea por respuesta infl<br />
amatoria o por síndrome de leak capilar, la fuga de líquidos del<br />
espacio intravascular hacia el intersticio es muy frecuente, estando<br />
muy aumentada el agua corporal total. De este modo, el balance<br />
negativo contribuirá a la desedematización de todos los parénquimas<br />
(pulmón, hígado, riñón, intestinos y mesenterio, cerebro, etc.),<br />
y sobre todo de la pared del VD.<br />
Finalmente, el tratamiento debe ser orientado y <strong>completo</strong>.<br />
Debemos trabajar para mejorar el acoplamiento ventriculopulmonar,<br />
abordando tanto el deterioro contráctil del VD como la disfunción<br />
vascular pulmonar (vasodilatadores).<br />
Al escoger el tratamiento inotrópico, se elegirá en primer lugar a<br />
aquella droga que posea acción sobre la contractilidad y sobre la<br />
vasculatura pulmonar. El mantenimiento de adecuada presión de<br />
perfusión sistémica (tensión arterial sistólica > 100 mmHg y TAM><br />
70-75 mmHg) es de vital sustento para brindarnos el tiempo de acción<br />
sobre el VD y así aguardar su recuperación. De este modo, no solo contribuiremos<br />
a un adecuado gradiente de perfusión miocárdica, sino a<br />
la protección del resto de los parénquimas, alejándonos de una de las<br />
complicaciones más temidas, como es el fallo multiorgánico. 62-64<br />
CONCLUSIÓN<br />
Si bien en la actualidad la disfunción ventricular derecha sigue<br />
siendo una de las tres primeras causas de síndrome de bajo volumen<br />
minuto en el posoperatorio de cirugía cardiovascular, ha<br />
disminuido su incidencia en los últimos 10 años. Probablemente,<br />
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esta evolución tenga una explicación multifactorial. Actualmente,<br />
la disfunción ventricular grave posoperatoria puede verse más frecuentemente<br />
asociada a infarto inferior perioperatorio con compromiso<br />
de ventrículo derecho y no tanto a pacientes valvulares<br />
con hipertensión pulmonar severa. La correcta selección clínica de<br />
pacientes con alto riesgo de falla ventricular derecha y optimización<br />
de su status preoperatorio ha sido una herramienta fundamental<br />
en la prevención del desarrollo de este cuadro.<br />
Por otro lado, la menor prevalencia de hipertensión pulmonar severa<br />
asociada a valvulopatias nos indica que estas patologías o cuadros<br />
clínicos llegan a la cirugía en momentos más adecuados y no<br />
tardíos, más allá de la mayor accesibilidad a estas intervenciones.<br />
Los cambios en las técnicas quirúrgicas, anestésicas y de protección<br />
miocárdica, tanto anterógrada como retrógrada por seno<br />
venoso, han tenido también un rol preponderante. Un punto crítico<br />
ha sido comprender y diagnosticar precozmente el compromiso<br />
de la cámara derecha basados en la hemodinamia y no en<br />
la presencia o ausencia de síntomas o signos clínicos. Debemos<br />
recordar que esperar el desarrollo de síntomas será actuar tardíamente.<br />
Es decir, debemos ser rápidos en su diagnóstico, apoyados<br />
inicialmente con la simple medición de presión de aurícula<br />
derecha como expresión de alteración en la presión de fi n de<br />
diástole del ventrículo derecho y luego con el uso de los parámetros<br />
de función ventricular. Completar el diagnóstico con ecocardiograma<br />
transesofágico o transtorácico, cuantifi cando la función<br />
mediante la fracción de eyección o el TAPSE, son elementos<br />
que hoy no deben faltar en ninguna evaluación.<br />
Por otro lado, nuevos targets terapéuticos han sido puntualizados en<br />
estos últimos años, como no sobrepasar presiones de aurícula derecha<br />
mayores a 15 mmHg y ser cautos con la expansión de los pacientes<br />
(evitar sobredistensión ventricular); esto ha signifi cado traducir la respuesta<br />
hemodinámica/clínica luego de cada expansión, y así construir<br />
en cada paciente nuestra curva de performance ventricular.<br />
En cuanto al tratamiento, debemos recordar y focalizar el concepto<br />
de contrarregulación. Actualmente el esquema recomendado es el<br />
uso de drogas “inodilatadoras”, asociadas a fármacos de “sostén periférico”,<br />
como la noradrenalina, siempre contrarregulando con vasodilatadores<br />
para modular la respuesta sobre la poscarga.<br />
Finalmente, el advenimiento de sistemas de asistencia ventricular<br />
centrífuga, con mejor performance en cuanto a perfi l hemodinámico,<br />
complicaciones infecciosas, hemólis, etc., ha facilitado su utilización<br />
en pacientes con falla ventricular crítica en puente a trasplante<br />
cardíaco o a la recuperación, con menores tasas de complicaciones<br />
durante la espera.<br />
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