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Lectura y Escritura Académica 2 - Universidad del Azuay

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El mismo contenido está expresado de dos formas distintas. Indicar y razonar la diferencia.<br />

De lo contrario, se perderían evidentemente la energía y el tiempo de todos<br />

cuantos participan en la cadena informativa que, partiendo <strong>del</strong> locutor, llega<br />

hasta el lector: pronunciando el primero palabras inútiles, trazando luego el<br />

escritor signos sin significación, componiendo el tipógrafo galeradas de plomo<br />

para nada y, finalmente, descifrando el lector esas mismas palabras carentes<br />

de la menor riqueza informativa.<br />

Todo esto supondría un tiempo perdido para el locutor, escritor, tipógrafo y<br />

lector, que manejarían unos signos inútiles.<br />

En este fragmento, ¿se justifica la redundancia? Razonar la respuesta.<br />

Cuando alguien toca la puerta siempre golpea varias veces, aunque un solo<br />

golpe podría ser escuchado. Los golpes de más son redundantes.<br />

Leer atentamente este texto, indicando los casos de redundancia y si se justifican o no:<br />

El valor de educar<br />

Ejercicio 14<br />

Uno de los ingredientes más perversos de la<br />

miseria es la ignorancia. Donde hay ignorancia,<br />

es decir donde se desconocen los principios<br />

básicos de las ciencias, donde las personas<br />

crecen sin la capacidad de escribir o leer, donde<br />

carecen de vocabulario para expresar sus<br />

anhelos y su disconformidad, donde se ven privados<br />

de la capacidad de aprender por sí mismos<br />

lo que les ayudaría a resolver sus problemas,<br />

viéndose en manos de brujos o adivinos<br />

que no comparten las fuentes <strong>del</strong> conocimiento…<br />

ahí reina la miseria y no hay libertad.<br />

La enseñanza no puede ser un bien más de<br />

los que se ofrecen en el mercado. Si así fuera,<br />

los pudientes contarían con buenas escuelas<br />

bien remuneradas, con los mejores profesores<br />

y medios, con establecimientos excelentes<br />

en los barrios residenciales próximos a<br />

los hogares que habitan sus hijos. Los pobres,<br />

en cambio, no tendrían derecho más que a escuelas<br />

tan pobres como ellos mismos, las únicas<br />

que aceptarían a instalarse en los barrios<br />

económicamente menos prometedores, gestionadas<br />

por santos de la resignación social o<br />

de la frustración profesional.<br />

Fernando Savater, El valor de educar<br />

<strong>Lectura</strong><br />

LECTURA Y ESCRITURA ACADÉMICA II<br />

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