Gaceta N° 167 - Comisión Nacional de los Derechos Humanos

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influencia corruptora de Occidente se extiende al Islam y sólo se puede detener instaurando la sharía o
ley islámica. Para ello se requiere derrocar a los gobiernos islámicos corruptos y sustituirlos con
gobiernos fundamentalistas para lograr el renacimiento del califato del siglo VII, cuando los árabes
conquistaban el mundo, y así derrotar a Occidente. La yijad, o lucha, debe estar dirigida por una
vanguardia revolucionaria capaz de vivir de acuerdo con los principios piadosos del Islam, aquí y
ahora, y de comprometerse hasta el martirio. La elección del terrorismo se explica por la asimetría de
poderes pero no excluye el interés en obtener o desarrollar armas de destrucción masiva para ser
capaces de hacer frente al enemigo. Desde esta perspectiva cobra una dimensión aún más dramática lo
que Samuel Huntington ha llamado el choque de las civilizaciones. 35
Según análisis de inteligencia, 36 el ataque coordinado del 11 de septiembre de 2001, lanzado por al-
Qaeda, buscaba detonar un levantamiento fundamentalista en el mundo musulmán que serviría de
base para el restablecimiento del califato. Para ello se requería un operativo particularmente dramático,
que mostrara la vulnerabilidad de Estados Unidos y provocara una reacción que radicalizara aún
más al Islam; requisito también era que al-Qaeda tuviera la suficiente capacidad de resistencia para
contrarrestar la reacción de la Unión Americana. Aunque logró sus dos primeros objetivos, al-Qaeda
no ha demostrado su capacidad de contener el poderío militar de Estados Unidos y, sobre todo, no se
ha dado el levantamiento islámico que esperaba (aunque algunos regímenes del mundo árabe se han
visto obligados a participar en el esfuerzo antiterrorista estadounidense, con riesgo de aparecer como
traidores a la causa islámica ante sus propios pueblos). Por otra parte, aunque Estados Unidos derrotó
al gobierno talibán de Afganistán y al régimen de Saddam Hussein 37 en Iraq, no ha logrado estabilizar
la situación en ninguno de los dos países, quedando en posición comprometida y expuesto a generar el
resentimiento del mundo islámico. Osama bin Laden, por su parte, se ve obligado a demostrar que es
aún capaz de montar un ataque contra Occidente. El resultado de esta confrontación será de consecuencias
históricas.
Hacia una definición de terrorismo
Es probable que Walter Laqueur tenga razón cuando afirma que “no hay definición de terrorismo que
pueda cubrir todas las variedades [de este fenómeno] que se han producido a lo largo de la historia:
guerras campesinas y disputas laborales y bandolerismo han estado acompañadas por el terror sistemático,
y lo mismo ocurre con guerras, guerras civiles, guerras revolucionarias, guerras de liberación
nacional y movimientos de resistencia contra la ocupación extranjera”. 38 De hecho, la gran mayoría de
35
Samuel P. Huntington, El choque de las civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial. Barcelona, Paidós, 1997.
36
Vid. George Friedman, “Two Years of War”, en The Stratfor Weekly, http://www.stratfor.com/ (9 de septiembre de 2003).
37
Es de notar que, a diferencia del caso de Afganistán, no existen datos concluyentes sobre una posible relación entre al-Qaeda y el
régimen de Saddam Hussein. Más aún, este último era un régimen árabe secular que veía con recelo al fundamentalismo islámico.
38
Op. cit., p. 17. El propio autor advierte que “cualquier definición de terrorismo que vaya más allá de señalar el uso sistemático del
asesinato, daño y destrucción o las amenazas de tales actos con el objeto de alcanzar fines políticos, está destinado a conducir a
interminables controversias”. Vid. ibid., nota a pie de la p. 101.
Gaceta 167
junio/2004
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