Gaceta N° 167 - Comisión Nacional de los Derechos Humanos

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No cualquier afrenta, error o injusticia, sin embargo, legitima un levantamiento. Locke mantiene
que “graves errores de gobierno, muchas leyes desacertadas o inconvenientes y todas las pequeñas
fallas de la fragilidad humana serán toleradas por el pueblo sin motín o murmuración. Pero si una larga
cauda de abusos, prevaricaciones y artificios, todos en la misma dirección, revelan al pueblo los designios
[injustos del gobernante] no debe sorprender que se levanten y busquen trasladar el poder a otras
manos que les aseguren el logro de los fines para los que el gobierno fue originalmente erigido”. 55 Y
añade que este principio “revolucionario” sólo se aplica cuando “la inconveniencia es tan grave que la
mayoría la resiente, está hartos de ella y considera necesario corregirla”. 56 Tal inconveniente grave se
da “cuando las leyes, propiedades, las libertades y vidas estén en peligro, y tal vez también la religión”
57 en cuyo caso los súbditos podrán ejercer su derecho a resistir, incluso con la violencia si es
necesario.
En la Declaración de Independencia de Estados Unidos se ven reflejadas las ideas de Locke, pero
Jefferson, su autor, va más allá al hablar no sólo del derecho de resistencia sino de rebelión y considerarlo
incluso un deber: “el deber de derrocar a un gobierno [que ha cometido una larga cauda de abusos
y usurpaciones] y establecer nuevas garantías para su seguridad”. Aun autores reacios a aceptar el
derecho de resistencia, como Hobbes, Kant y Hegel, llegan a concederlo bajo alguna circunstancia:
para Hobbes es el derecho a la preservación de la propia vida e integridad, 58 para Kant el imperativo
categórico de obedecer a la autoridad está limitado si el mandato es inmoral. 59 Debe advertirse que
para Kant la única forma legítima de gobierno es la república fundada sobre la soberanía popular, de
modo que no contempla la resistencia a un gobierno tiránico o despótico que carece de autoridad legal.
Asimismo, para Hegel no puede haber resistencia en un Estado debidamente organizado, pero en una
provincia conquistada, quienes se rebelan “no cometen crimen […] porque su conexión con su gobernante
no es una conexión con la Idea, o una con la necesidad intrínseca de la constitución”. 60
La ética política católica reconoce el derecho de resistencia (tanto pasiva como activa), como expone
Höffner, si se comprueba “que el gobierno ha degenerado, de hecho, criminal y tiránicamente, que
la apelación a una autoridad superior, por ejemplo, a las Naciones Unidas, es imposible o sin esperanzas
y que la nueva situación intentada con la revolución corresponde al bien común”. 61 Además de
considerar preferible que la resistencia activa sea pacífica, advierte también este autor contra el
aventurerismo político (el riesgo de crear una situación peor que la existente) e insiste en la necesidad
de mantener los principios de proporcionalidad (“el orden y la seguridad públicos deben ser conser­
55
Segundo ensayo sobre el gobierno civil, Cap. XIX, Núm. 225.
56
Ibid., Cap. XIV, Núm. 168.
57
Ibid., Cap. XVIII, Núm. 209.
58
Hobbes aborda el tema varias veces, desde distintas perspectivas, en El Leviatán. Vid. e.gr.: Parte I, Cap. 15; Parte II, Caps. 18, 20
y 21, así como Revisión y Conclusiones.
59
Vid. La ciencia del derecho. Consecuencias constitucionales y jurídicas de la unidad civil. A) Derecho del poder supremo;
traición; derrocamiento; revolución; reforma.
60
Filosofía del derecho, Adiciones, Núm. 172 (al párrafo 281).
61
Joseph Höffner, Manual de doctrina social cristiana. Madrid, Rialp, 1974, p. 303.
Gaceta 167
junio/2004
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